Así llegó en estos días a nuestra casa un amigo muy querido, quien, con mucha ceremonia, nos dijo: “Les tengo una noticia bomba”. De inmediato abrimos una botella de vino antes de almorzar y ya instalados en la mesa, nos suelta la chiva: “Están viendo ustedes, la mejor versión de mí”.

Antes de responderle, brindamos por esa maravillosa noticia presentada con bombos y platillos y con un entusiasmo desbordante nos dijo: “Soy feliz y descubrí que es tiempo de renovarme y de comenzar a disfrutar mi vida. Mi nueva versión me llegó pasados los sesenta, pero me siento satisfecho”.

Nos contó que había revaluado desde sus amigos, hasta las cosas más simples. Revaluó sus sentimiento, penas y dolores, puso en orden alfabético a quiénes se debía, quiénes eran los primeros en su vida, qué era lo que realmente le gustaba y a qué se iba a dedicar desde ese día en adelante. Rebosaba de alegría y nosotros con él.

Acabada la visita me quedé pensando: “¿Qué hace que uno saque una nueva versión de uno mismo y se llene de felicidad y satisfacción? Y entendí a mi amigo. A estas tiernas edades, ya con más de sesenta, es bobada seguir cargando estorbos. Es hora de aligerarse, de botar a la basura las cargas que no suman, los amigos que no lo son, lo tedioso del trabajo, los dolores inventados y los amores dejados y dañinos.

Ya como abuelos, es hora de “descargarnos” (no de desahogarnos que es muy diferente) de los rencores, de los perdones negados, de las penas ajenas y las venganzas que nunca se cobraron. Dejar atrás las pasiones dañinas, los retos inalcanzables, el afán de las horas, tanta ropa guardada, el amor compulsivo por las compras, el comer de todo, todo y a todas horas, como si la comida se nos fuese a desaparecer.

Descarguemos esos roces familiares, la acumulación de cosas que en años no se han utilizado, la vergüenza por decir lo que pensamos, la biblioteca sin estrenar, los paseos soñados por falta de tiempo y así, las rabias y enojos por cualquier bobada.

De verdad descarguémonos como lo hizo mi amigo y saquemos nuestra mejor versión: La renovada, la de los sesenta, a la que le importa un pepino expresar con tranquilidad su opinión, pero con respeto y argumentos. La que arma paseos soñados y los vuelve realidad, la que el tiempo es etéreo y hay que gastárselo cuanto antes en hacer lo que nos gusta. La que lee hasta las publicidades y todo lo que le llegue a la mano, la que va más a cine a ver películas que no necesiten estrenar el cerebro, o a disfrutar las que tienen su cuento y hay que gastarles rato para entenderlas y verle la belleza de la cinta.

Saquemos la mejor versión de nuestro deseo de servicio y busquemos tiempo para ayudar a los demás a través de una asociación, de un club, de una institución o de cualquier grupo que trabaje en impactar a la gente o a una comunidad de manera positiva.

Saquemos esa mejor versión nuestra. La que es capaz de perdonar, la que, con tan solo una llamada y un saludo, ya dejó atrás el rencor que tenía por alguien y que por alguna estupidez dejaron de verse. Ni perdón hay que pedir, porque con la sola llamada se dio por sentado.

Saquemos esa versión de interesarse por la familia, por los padres, por los hijos, tíos y demás, que agradecerán una visita, una llamada o un te quiero y un te extraño.

Pero saquemos también la versión de las mejores lectoras de libros buenos y con contenido. La que no se enoja con facilidad, la que entiende a todos y es amable componedora. La mejor anfitriona, la que disfruta con lo sencillo, la que toma café sin prisa y lo saborea. La que come de todo, pero no todo. La que saca tiempo para el ejercicio caminando a su ritmo y acompañada de quien le sigue el paso y de sus perros. La de sonrisa siempre y una carcajada franca.

La que aprendió a cocinar para cuidarse ella y a su esposo también. La que es capaz de armar y desarmar cualquier cosa en su casa, porque es hora de medírsele a todo. La que es capaz de viajar por el mundo con una maleta para dos y devolverse con la misma, porque conoció, se culturizó y lo que antes lo gastaba en compras y regalos para traer y que nadie le agradecía (porque creían que se lo merecían) se lo comió en deliciosas cenas, buenos vinos, entrando en museos, bares o cafés y viendo los espectáculos más soñados de los que solo veía en televisión.

Saquemos nuestra mejor versión en el tema económico, pero con nosotros mismas y en ayudar a otros. No más con seguir guardando dinero para dejárselo a nadie, o para que al final se te destruya la familia cuando tengan que repartírselo a tu muerte.

No guardemos más los sueños y hagámoslos realidad. Conversemos más por teléfono con las amigas de verdad o disfrutemos de un buen rato sin afán, viendo pasar a las personas e imaginándonos qué cargas llevarán o quizá, qué cosas los harán felices.

Nuestra mejor versión empieza como la de mi amigo, en aceptarnos como estamos hoy. En agradecer lo que la vida nos dio y en devolverle a esta algo de lo que recibimos.

Nuestra mejor versión también debe contener el agradecimiento a Dios, o al ser superior en el que crean, o del cual provengan, por todo lo recibido y por la salud que aún tenemos.

La gratitud genera felicidad y hace de ti, tu mejor versión.

¡Ánimo, a revisar tu vida!!!