Y la mía también, y seguramente la de ustedes también. Yo soy abuela y no quiero salir, pero entiendo a las que si lo desean

Me contó en estos días un amigo que, aunque todo estaba bien y disfrutando en familia de la mejor forma “el encierro”, su abuelita no se hallaba y quería salir. La sentía desesperada por irse a la calle y hacer lo que siempre hacía.

A ver abuelas, yo también lo soy, también me gusta la calle, también quiero ver a mis amigas, igual que ustedes me gustaría abrazarlas, tomarnos un vino, un café, jugar cartas, coser, ir a cine etc., pero como lo escribí arriba, ni se me ha ocurrido pensar en salir y les voy a decir por qué:

Lo primero, porque leí, estudié, vi y estoy expuesta a los medios de comunicación y sé que es peligroso para mí, mi familia, mis amigos y para el mundo alrededor del cual yo giro.

He escuchado miles de veces como se contagia este Covid19 y además de que me empanica, no quiero causarle mal a nadie.

Lo segundo es que yo decidí que quiero vivir, y que si me muero sea de otra cosa, menos de esta pandemia. Quiero vivir porque:

Quiero contarles a mis nietos pequeños lo que significó estar en casa por varios meses o días, sin poder asomarme ni a la puerta.

Porque quiero que ellos sepan que este encierro, me permitió conocer y convivir con mi familia de otra forma.

Porque quiero decirles cómo esta pandemia transformó mi vida, mi pensamiento, la economía, el trabajo y el mundo en general.

Porque quiero contarles que hicieron mis cuatro hijos, cada uno en un país distinto, cómo vivieron, qué sintieron, como lo superaron

Porque quiero contarle todo esto, para ellos aprendan resiliencia, aprendan el valor de la familia, aprendan el valor del dinero, aprendan el valor de la comida y agradezcan a Dios por la vida que les dio.

Abuelas, si tienes mas de setenta años, no debes salir. Hay mucho que ganar y saliendo perderán la vida.

Estando en casa, como estamos muchas de nosotros, algunas con hijos, esposas y nietos, es una bendición. ¿Qué mejor que desplegar nuestra creatividad de abuelas y enganchar a los nietos y a los hijos en un maravilloso juego de parqués, de dominó de cartas, monopolio, tute, armar un rompecabezas, entre todos hacerse fotografías y videos para enviárselos a los amigos y familia que extrañamos?

Que maravilla sería sacar las fotos viejas, repasarlas y contar las historias de cuándo, cómo y dónde se hicieron, lo que queríamos decir al tomarlas y lo que significaron en su momento.

Cada foto, tiene historia, así sea de dolor, la tiene.

Que maravilloso es quedarse en casa con la familia y hacer de la cocina el lugar preferido de todos.

Inventarse una receta, o sacarla de algún libro o de internet y darle a cada quien un papel que desempeñar en ella y después degustar en compañía lo que hicieron.

Qué delicia revisar los closets en compañía y sacar la ropa que sobra para regalarla luego y guardar aquella que te gusta y recordar por qué es que te gusta.

Qué maravilla aprovechar a ese nieto que se las sabe todas en internet y pedirle que haga una conferencia diaria con las personas que quieres ver y que extrañas, bien sean familiares o amigos.

Sería un parche delicioso tener cada día una conversación cara a cara con una persona diferente porque tu nieto te ayudó con esa conexión.

Y por qué no, pedirle a ese nieto que se las sabe todas, que te enseñe con paciencia y paso a paso, como buscar en internet la música que te gusta, los cantantes de tu época que te transportan.

Por qué no compartir con él y con sus padres esa bella música e ir recordando por qué te gusta tanto.

Y si estas con tu esposo, también abuelo, sentarse los dos a ver y escuchar a esos músicos y cantantes que los desvelaban.

También se vale, sacar los LPs, CDs, casetes y música por ahí escondida o archivada y con tus nietos e hijos contarles quienes eran, que cantaban, por que te gustaban y ponerlos, si hay en donde y gozarse la experiencia de que tus nietos no sabían que era una radiola, o una casetera, o un LP o un disco de 78. Vale la pena intentarlo.

Y para los abuelos que estamos solos y nos bandeamos con la tecnología, es una delicia hacer todo lo anterior y más.

Nosotros, por ejemplo, mi esposo y yo, estamos leyendo un libro en compañía y en voz alta. Se llama “los cuentos de la alhambra” de Washington Irving. Leemos 20 páginas diarias, un día él, otro día yo, en voz alta y vamos parando, comentando, nos reímos, tomamos vino, comemos chitos y galletas, a veces café, otras veces torta y el tiempo se nos va volando.

Decidimos no pedir comida por fuera, así estemos antojados, por aquello de que, es mejor evitar y cada día nos inventamos un almuerzo diferente. Dios Bendiga a Google, ahí está todo.

Nos volvimos chefs gourmets. Hemos hecho recetas inimaginables en otros tiempos, pues teníamos trabajadora permanente. Ahora cocinamos para los dos y cuando sabemos que va a quedar rico, y que es diferente, hacemos para mi hijo y su esposa, quienes trabajan como médico y administradora de Clínica, para que suban por la comida y también se den el gusto.

Y él sube por la comida. Se la dejo en la puerta afuerita, lo veo a través de la ventana y puedo decirle que los amo, los admiro y rezo por ellos y disfruto que ellos disfruten de lo que les hacemos. Son bobadas, seguramente, pero hoy por hoy, es una bendición para ellos y una felicidad para nosotros porque los podemos apoyar, aunque sea en eso.

Solos los dos, nos vemos a diario con los hijos que viven en Australia, Estados Unidos y España. Y con la menor de ellos, rezamos el ciber rosario diario a las 3.30 nuestras, 10:30pm de ella, la vemos, conversamos y ella queda lista y feliz para irse a dormir.

¿Para que salir abuelas? No seamos desagradecidas con lo que nos dio la vida.

Esta contingencia nos debe servir para agrandar el amor por la familia, para apreciar las amistades que tenemos, para extrañar a los que están ausentes y para Agradecer a Dios que tenemos vida, salud y unos nietos que nos aman. ¿Para que salir, a qué?