Recién pasó el día de las brujas, pero la idea de escribir sobre ellas, me salió después, cuando vi y noté lo brujas que somos. 

Desde siempre, a las mujeres nos han dichos brujas por diferentes razones, entre ellas, como insulto y, si bien algunas se lo ganaron, la verdad es que ya ser bruja no es un insulto. 

Anteriormente, el calificativo de brujas se lo daban a las suegras, a las mujeres que se destacaban por ser opinadoras, metiches, chismosas etc.; a las que, teniendo poder, eran insufribles por el mal trato que daban; a las mamás que todo lo adivinábamos por intuición, pero los hijos nos creían brujas; a las que eran muy feas y no se ayudaban en nada para verse mejor, y obviamente, a las que de verdad lo eran. 

Personalmente no creo en ellas, pero que las hay las hay. 

He escuchado cuentos y aún tengo amigas que me hablan de que fulanita le está haciendo males y por eso su suerte tan mala y le están pasando muchas cosas que jamás pensó, porque la bruja fulana la está rezando y no sé qué más. 

Yo trato siempre de disipar esos temores, pues como creyente que soy, solo Dios dispone y uno se labra su suerte o construye su felicidad. 

Pero les tengo una noticia, que nos digan brujas, ya no nos llega, no nos indispone, no nos maluquea, no nos afecta; nos resbala, es más, yo diría, que hoy por hoy, hasta nos encanta. 

A las suegras les decían brujas cuando estas eran metidas, cuando regañando auguraban lo que iba a pasar y ¡pum!, eso pasaba; cuando por nada o con motivos regañaban y vaticinaban que el niño se iba a caer y ¡pum!, se caía; cuando predecían entre sus amigas que, ese matrimonio no va a durar y justo eso pasaba; es decir, cuando eran suegras llenas de mala energía, negativas, que todo lo veían con los ojos del desastre. 

A las mamás y abuelas, también nos decían brujas porque “adivinábamos”, lo que les estaba pasando a los hijos y nietos. Sabíamos por su carita si estaban tristes o felices y de inmediato preguntábamos, ¿qué te pasó?,¿por qué estás así?, ¿lloraste? Y claro, la respuesta era de inmediato ¿y tú por qué sabes? 

También éramos brujas porque les adivinábamos cuál muchacho o muchacha les gustaba y les decíamos, “veo que estás enamorado de… o veo que te gusta fulanita” y su color o la expresión de sus ojos los delataba, nosotros lo veíamos y ellos creían que éramos brujas. 

Igual en la oficina, cuando la jefa es una mujer, los hombres dicen ahí viene la bruja, quietos que la bruja lo oye todo, ni se atrevan a hacer esto o aquello porque la bruja se la pilla y así pasaba, y si además era de carácter fuerte, templada, perfeccionista y puntual, la cosa era peor, el término bruja nos quedaba chiquito. 

Y ni hablar de las feministas, ese es el mejor término para calificarlas, diciéndoles brujas, no solo los machistas, también las mismas mujeres. 

Personalmente admiro a las feministas que buscan la equidad de género y apoyo sus luchas, además las brujas fueron las primeras feministas, pues según leí en el periódico La Opinión, “su real persecución tenía que ver con el saber de la medicina, su labor como parteras y enfermeras ligado al poder de las plantas medicinales o sus creencias y modo de vida “hereje” que no veneraba el sistema religioso y patriarcal”. ¿Ven? 

Pero la verdad, las mujeres no solo somos brujas, sino magas. Hacemos magia con todo. Les cuento: hacemos magia de tal manera con el dinero, que nos alcanza para todo y más. Lo que ganamos lo distribuimos de tal manera, que nosotras mismas ni entendemos cómo es que nos alcanza. Hacemos magia con la comida: nada desperdiciamos. Lo que sobra lo convertimos en otra comida hasta tres veces y los comensales ni enterados. Si llega más gente que no la estábamos esperando, la comida alcanza para todos, eso es magia, y decimos orgullosas, donde comen cuatro comen ocho y sí, somos magas, alcanza y hasta para repetir. 

Si las brujas curaban, nosotras las mujeres lo hacemos más, somos enfermeras graduadas en golpes, moretones, chichones, cortaduras, dientes chilingueando, cabezas abiertas, dolores de toda índole etc., y cuando no tenemos el remedio preciso, tenemos “el sana que sana, colita de rana” y ese es efectivo, con besitos y apapachos, se curan. 

Somos brujas maestras y expertas en todos los temas. Lo que no sabemos lo rebuscamos y aprovechamos para enseñar lo que nos preguntaron y más. Fuera de ello, tenemos el don de la ubicuidad, estamos en todas partes casi al mismo tiempo: conversando con el esposo, resolviendo el problema de matemáticas con el hijo, consolando a la hija, hablando por teléfono con el que sea y respondemos al tiempo a todas las preguntas. 

Por eso, ser bruja hoy nos resbala, que nos digan eso nos hace sonreír porque los máximos conjuros que alcanzamos a decir son contra el dinero que no alcanza, los políticos corruptos a quienes les deseamos toda suerte de penas, contra los políticos populistas que esconden la verdad y contra quienes atacan a lo que queremos y hasta nos dejamos quemar, por defender nuestra familia. 

Y para rematar, sí, también tenemos escoba, cuando queremos barrer con la injusticia y los politiqueros de turno. 

Como ven, las mujeres somos, fuimos y seremos brujas, sobre todo aquellas mujeres que volamos más de lo que nos permitieron.