Madre no hay sino una y me tocó a mí, ese es el saludo que siempre le doy a mi mamá cuando la llamo y le agrego, siquiera porque molestan mucho. Y es verdad, a veces “aleteamos” mas de la cuenta, así nos dicen mis sobrinos porque, según ellos, estamos siempre pendientes para molestarlos, corregirlos, mandarlos o simplemente no dejarlos tranquilos.
Pero yo digo, siquiera que somos así, porque cuando llega el día de la madre y nos reunimos todos a celebrarlo, siempre tienen tema para gozar, disfrutar y reconocernos el trabajo que por ellos hicimos
Y es que el día de la madre es un día de locos. Para algunas es una bendición y para otros una maldición. El que pudiera ser un día de puro festejo, se vuelve desde una semana antes un caos, en donde los hijos no saben qué hacer con nosotras, dicen desconocer nuestros gustos o lo que es peor, no tienen ni idea de lo que queremos y terminan por aceptar que no necesitamos nada o que es mejor darnos el dinero para que compremos lo que de verdad nos va a satisfacer.
Nosotras, de otro lado, terminamos por arreglarles la vida porque quienes tenemos las mamás vivas todavía nos inventamos la reunión familiar y ese día trabajamos más que nunca porque no solo les solucionamos el tema a nuestros hijos, sino a los sobrinos, las novias y novios de éstos y hasta a las consuegras, pero yo, desde que se casaron mis hijos, decidí que es mi día y que mi mamá también tendrá del de ella. Decidí que me lo merezco, decidí que, si me gusta, decidí que fueron muchos años pegada a la celebración del día de mi mamá, decidí que si me gustan que me regalen y que ya era hora de recibir en un día especial, la demostración de mas afecto por parte de mis hijos y nietos.
Antes me gustaba y aceptaba con amor lo que hacían en el colegio y hasta lloraba de emoción por ver sus esfuerzos, después me contentaba con lo que me regalaban con los pocos ahorros que de sus mesadas lograban sacar, después cuando eran más grande me conformaba con que no me dieran nada porque sabía que estaban forjando un futuro, pero de unos años para acá, si me gusta que me celebren.
Parezco interesada y hasta superficial, pero no es así y aquí vienen las verdades. Cuando acepto sus regalos, siento que me están diciendo que me reconocen mis esfuerzos, mis desvelos, mi amor por ellos y sus hijos, que valió la pena trabajar tanto y tanto duro y hasta tres trabajos a la vez para sacarlos adelante, que valió la pena aguantarse los trasnochos, los jefes, las jornadas nocturnas, la separación y el divorcio y que todo lo que hice por ellos con y por amor y desinteresadamente, fue para forjar los grandes seres humanos que hoy son.
Venga pues la celebración, esa reunión de familia pequeña, pero mía, acepto que se esfuercen por darme gusto, acepto que ese sea mi día y acepto que me contemplen, porque de ellos lo recibo a diario, el día de las madres si lo hacen más especial.
Y no nos digamos mentiras, nos encanta que nos regalen, pero no para la casa, no la nevera, no la secadora, no una cocina nueva, noooo, queremos algo que se unte, que se ponga, que me sirva, que huela, que me haga sentir bien, que facilite la vida, que sea automático y sobre todo que sea para mí
Así pues, que bienvenido el día de la madre
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