¿Y entonces qué?

¿Nos vamos a quedar quietecitos?

¿Vamos a dejar que todo pase, que se nos venga el mundo encima, que la ciudad se desmorone, que el país se caiga, que sigan armando problemas, que incendien la ciudad, dañen el patrimonio cultural y nosotros qué, aquí sentados viendo pasar todo por las noticias y aterrorizándonos, pero quietecitos?

¿Qué creen, que no es con nosotros, que ya estamos viejos y ya vivimos?

¿Están pensando que no debe importarnos, que el mundo nos es ancho y ajeno?

¡Pues no! Y no y no y no. Aterricen, estamos vivos y este mundo es nuestro.

¿Listos para sacudirse?, ¿ya visualizaron que sí tenemos qué hacer y que nuestro grito debe oírse?

Pasada esta preguntadera que les hago a manera de reflexión, vamos al grano, mejor dicho, vamos a tomar cartas en el asunto, pero no como la revolución de las canas, porque no tenemos. Nosotros los abuelos de hoy, los de este milenio, los que somos perennials, no tenemos canas, nos las pintamos (las abuelas más que todo), pero sí tenemos cabeza para pensar y tenemos experiencia acumulada para hablar con propiedad y, sobre todo, para ayudar a que este país, esta ciudad y estos políticos corruptos, no nos dejen sin nada.

Nosotros tenemos las armas más poderosas y más grandes: la experiencia, el amor, la confianza, la valentía, el respeto y los nietos. Con ellas, podemos pegar el grito de abuelos.

La experiencia: ya lo decía yo desde que abrí este bl

og, que nosotros somos unos abuelos de este milenio, profesionales, informados, conocedores de la situación, investigadores, grandes lectores y bien relacionados; por ello, tenemos cómo y con qué entrar a opinar, a participar, a liderar, a corregir y a ser amigables componedores de la situación.

Muchos de nosotros, aunque estemos jubilosos, todavía se nos reconoce por lo que hicimos, muchas fuimos líderes en nuestra profesión y en los cargos que ocupamos; la mayoría sabemos y conocemos a quienes están en la palestra, peleando, opinando, polarizando y mintiendo, por ello, podemos intentar acercamientos, hacer invitación a la tranquilidad y llamarlos a la prudencia, a la negociación, a liderar como debe ser esta ciudad y este país. Y por qué no, a sentarlos en la misma mesa a que hablen y busquen soluciones, en otras palabras, podemos ser amables componedores. 

 

Podemos empezar por nuestra ciudad, en donde somos reconocidos y todavía nos pasan al teléfono, en donde nuestros amigos, que aún siguen laborando, pueden unirse a nosotros y en lugar de incendiar o simplemente informar, chatear, reproducir información falsa, mandar memes etc., pueden colaborar con los arreglos. ¿Y entonces para qué estudiamos?, ¿para qué es, esta experiencia acumulada, para sentarnos en ella a ver pasar las cosas?  Esta experiencia que tenemos es para lucirla y sacarla a relucir. 

 

Tenemos el amor: a nuestras edades, solo tenemos amor para dar, no peleamos con piedras, ni salimos a gritar. Nosotros llamamos a la reconciliación. Estoy segura que muchos de ustedes queridos abuelos y amigos, tienen hijos y nietos que están alborotados con la situación, quizás algunos sean revoltosos, aun sin conocer a ciencia cierta lo que pasa. La juventud los hace impetuosos y así fuimos nosotros, por eso, con el amor que les tenemos, los debemos invitar a la reconciliación. Tenemos que invitarlos a contarles la historia, para que la conozcan y tomen sus decisiones, NO podemos quedarnos callados.

 

Tenemos la confianza: ¿quién duda de la buena intención de los abuelos?, nadie, siempre y cuando hayamos modelado con el ejemplo, siempre y cuando seamos abuelos amorosos y no metidos en las vidas de hijos y nietos. Esa confianza que nos ganamos, nos permitirá atraer a las partes en conflicto y acercarlas. Muchos de nosotros, ahora jubilosos, pertenecemos a asociaciones, clubes, entidades, ONGS, tertulias, grupos de amigos, y demás, en donde nos encontramos con los que fueron los líderes de ayer, padres de los líderes de hoy. Ahí es donde tenemos que entrar a reconciliar, a unirnos desde la palabra y hacer el llamado.

Muchos de nosotros podemos coger un teléfono y llamar directamente a quienes nos tienen agobiados con sus ideas, comportamientos y generación de odios y amores, Nosotros, queridos abuelos, tenemos con qué, solo nos falta decidirnos. Esas asociaciones, clubes y demás a las que pertenecemos, podrían ser la carta de presentación, para aliviar lo que pasa en esta ciudad.

 

Tenemos la valentía: ya a estas alturas del campeonato, nada nos da miedo, ni siquiera morirnos.  Ya el temor a que no nos respondan, a que nos contesten con un balde de agua fría o a que nos digan cacrecos, pasó. A nosotros nos resbalan los desaires, estamos por encima de eso. Lo que tenemos es fuerza y coraje, conocimiento y experiencia para hacer el llamado a la reconciliación.

 

Inspiramos respeto: ¿quién no respeta a un abuelo? Hasta el más infeliz de los humanos, respeta las canas a quienes las tienen y no se las pintan, y a quienes, por nuestra condición de personas mayores, tenemos el coraje de enfrentarlos con respeto, pero con la verdad. Nosotros, hoy por hoy, abuelos, podemos decir la verdad sin tapujos, sin miedo, con claridad, con dignidad y con amor. Nosotros sabemos dar y ganarnos el respeto, los años, así, son una bendición. No hay que dudar, somos un grupo de abuelos todavía poderosos, vitales, conocedores, podemos conseguir que no haya bandos.

 

Tenemos los nietos e hijos: por mas presidente, gerente, alcalde, líder sindical, ministro, estudiante, tirapiedra, guerrillero, o político que sean, son también nietos e hijos y saben que sus abuelos y padres no les hablan por hablar, sino que cuando los llaman es para algo de valía. Por eso, muchos de ellos nos consultan, nos atienden, o al menos nos escuchan con respeto y algo se les queda. Aprovechemos esa oportunidad de mayores y busquemos enderezar la situación.

Aprovechemos nuestras asociaciones, clubes, tertulias y demás para invadir de llamadas y solicitud de citas a nuestros dirigentes.

Basta de quejarnos o aplaudir y seguir a quienes se quejan de la cantidad de chats que reciben, con informaciones venidas de todos los flancos o, peor aún, a los que decidieron alejarse de los chats y no volver a ver el celular, “para no recibir tanta basura”, qué pena con ustedes, pero están fuera de foco, así no se vale.

 

Unámonos abuelos a través de lo que somos y tenemos y trabajemos por esta ciudad y país, no nos quedemos quietos, tenemos con qué y un por qué: dejar un mundo mejor para ellos mismos.

Si ellos no son capaces, nosotros sí lo seremos. ¿Quién me sigue?