Para escribir sobre este tema, debo remitirme a una historia reciente.

Ocurrió el lunes 13 de abril de 2021. Un joven llamó a sus papás, súper angustiado diciéndoles que lo estaban persiguiendo desde una moto y de pronto se cortó la comunicación. Y vino lo peor.

Sus padres en medio de la angustia creyeron que lo habían secuestrado, pues no contestaba el teléfono.

De inmediato se activaron las redes sociales, la policía de la ciudad, y todas las autoridades del departamento, pues el supuesto secuestro se dio empezando a subir por una vía muy conocida, poco transitada, empinada, con curvas y muy sola.

Por la región donde yo vivo, un vecino muy querido y amigo de sus padres nos pidió el favor de difundir la foto del muchacho y el teléfono de las autoridades. Muchos de los vecinos incrédulos, le preguntaron si era cierto y él nos confirmó que sí, pues así se lo habían confirmado. Todos creímos y con la angustia propia que este tipo de situaciones genera, procedimos a la viralizacion de la foto y a replicar lo ocurrrido por nuestras redes.

No habían pasado diez minutos y ya todas las redes y los grupos de WhatsApp estaban inundando teléfonos y computadores. Se creó el cerco y las oraciones no se dejaron esperar, aunque no lo conocíamos, pero como padres y abuelos solidarios que somos, las oraciones empezaron a hacerse sentir con su poder.

Pero a las horas aparece en las mismas redes, el secretario de seguridad de la localidad, quien apoyado en las informaciones de la policía y el Gaula, informaba que el joven había aparecido y estaba en perfectas condiciones y que no se había configurado un secuestro. Hasta ahí la alegría, o al menos la mía, que fue de grito y de agradecimiento a Dios, pero al mismo tiempo aparecieron otras comunicaciones por todas las redes, con un mensaje que decía, “no estaba secuestrado, fue una broma que quiso gastarle a sus padres”.

Ya se imaginarán las respuestas que esto causó. El sentimiento que despertó fue de enojo, de rabia, de burla, de no hay derecho y, en fin, miles de respuestas todas señalándole por su indolencia y por lo mal educado que estaba, por la falta de valores y más. Pero en mi caso, aparte de que me causó, rabia, fue más la decepción y la gravedad que causa el mentir. Y es ahí donde me quiero detener y lo voy a hacer como abuela y madre, a veces en sus zapatos y otras en las de sus padres.

EL PODER DE LA MENTIRA

Leí, en uno de los chats de mis vecinos, una serie de consecuencias que me parecieron atinadas, porque fueron muchas las cosas que vulneró este joven con su broma.

  • Se burló de las autoridades. Sobra decir que, para las autoridades, cualquier caso de violencia es de suma importancia y más cuando las redes sociales se inundan con el hecho.
  • Se burló de la sociedad en general, quien crédula apoyó a sus padres en su angustia.
  • Se burló de las redes sociales, que sirvieron para alertar y crear ese cerco ante los supuestos secuestradores.
  • Se burló de la solidaridad que despertó, por el hecho de pensar que el secuestro volvería a resurgir.
  • Se burló de su Universidad, porque dejó por el piso lo que allí le inculcaron, con tremendo espectáculo bochornoso.
  • Se burló de la buena fe de las personas, como la de mi vecino que hasta envió un mensaje angustiado y jurando que todo era cierto, porque había escuchado la angustia de la familia del joven.
  • Se burló de sus padres y puso de manifiesto que los valores como el de la verdad, no son exactamente los que le inculcaron.
  • Se burló de los jóvenes, porque cuando pase algo similar ¿Quién les va a creer?
  • Mostró un total desconocimiento de la historia, no se la enseñaron o si la sabía, no le importó en lo absoluto el dolor vivido por la ciudad y por un país. Porque el solo hecho de pronunciar la palabra secuestro, es devolverse años y revivir el terrible flagelo que tuvimos que pasar.

LAS CONSECUENCIAS

  • Jugó con candela, pues el día que le vuelva a pasar a él o a otros jóvenes, difícil será creerles porque ya no habrá la misma solidaridad, o llegará tarde, después de darle mil vueltas pensando si será cierto o no (y esos minutos de duda, serán desafortunados para una oportuna reacción, en caso que sea cierto).
  • Todos los que apoyamos su mentira, sin saberlo, estamos esperando que haya un castigo que muestre realmente que actos como estos no pueden volver a ocurrir.
  • Para sus padres, este tema será un estigma que tendrán que cargar, porque se convirtieron en los padres de un joven que jugó a ser secuestrado como un falso positivo.
  • Hundió a sus padres, porque ahora todos se preguntan que clase de educación le dieron.
  • Seguramente sus amigos le preguntarán, “¿En qué estabas pensando?” Y algunos lo harán a un lado, porque ser amigo de un mentiroso, no da buena reputación.
  • Cuando necesite conseguir empleo, muy seguramente quien lo entreviste se dará cuenta que él fue quien protagonizó tan bochornosa mentira y se preguntará, si será bueno tener en su empresa a alguien así, que, si lo hizo con sus padres y con una sociedad en general, ¿Qué podrá hacer con su empresa? ¿Qué imagen proyectará?
  • Y lo más grave, será por siempre el pastorcito mentiroso y ya saben lo que le pasó al del cuento.

PARA CAMBIAR

Ahora, hay enseñanzas que aprender de este caso, empezando por sus padres, quienes tendrán que hacer un examen de conciencia y analizar los porqués del comportamiento de su hijo y entrar a corregir.

¿Serán sus papás, los que tengan que ofrecer disculpas? Seguramente será una decisión difícil, pero también estoy segura que, si ahora los tiene avergonzados, de todas maneras lo apoyarán, no para hacer lo mismo, pero sí para resistir la avalancha de reclamos que estará recibiendo de toda la sociedad dolida y aterrada y que le marcará la vida.

Yo en su caso haría eso, apoyarlo y llenarlo de afecto para saber cómo enderezar su conducta y de paso, saber en qué nos equivocamos. Hijo es hijo, así esté equivocado.

Es el momento para que, como ejemplo, enseñemos a nuestros hijos y nietos el valor de la verdad y demostrarles que es más fácil que caiga un mentiroso que un cojo… En eso no se equivocan los adagios.

Es el momento para mostrarles a nuestros hijos que la solidaridad es un valor que se practica y que no hay que jugar con ella, porque las consecuencias no se harán esperar.

Es justo el día para enseñarles a nuestros jóvenes, lo que vale la buena fe y por qué no hay que abusar de ella.

Yo me pongo en los zapatos de sus padres, de sus abuelos, de su familia en general e imagino lo duro que lo están pasando, todo un drama. Muy seguramente sus mea culpas los estarán rondando, pero no por ello voy a acusarlos de mala educación, porque no podemos juzgar, sin saber lo que hay por dentro o lo que hay detrás de esta conducta.

Es por eso que quiero hacerte una muy respetuosa invitación, sí, a ti que me están leyendo, y es a solidarizarte con ellos, a mantener un silencio prudente y como dicen algunos en sus chats, porque el momento que está viviendo la familia es muy difícil.

Ya aprendimos el costo y la gravedad de una mentira, ahora hay que enseñar la verdad, con ella uno nunca se enreda.