Se preguntarán: ¿y esta por qué dice esto?, pues bien, lo digo porque en estos días de recogimiento, hablando con amigos y familiares me he encontrado algunos detalles en nuestras charlas, que me dieron como conclusión, que el orgullo enferma, hiere, duele, acuesta, encarna el odio, lleva a él, paraliza y hasta puede matar.

Por ello, quiero hacer una reflexión sobre lo que es el orgullo, desde mi visión de abuela, con una vida tranquila, llena de amor y sin mayores problemas, o al menos, disfrutando con alegría lo que la vida me dio, recogiendo lo que sembré y tomando lo que sigue con calma.

Claro que tengo orgullo, por supuesto, pero más que tenerlo, lo siento y eso es diferente.

Sentir orgullo, es abiertamente tener una emoción frente a las cosas: yo me siento orgullosa de mis hijos, me siento orgullosa de mi vida, me siento orgullosa de mi ciudad y de mi país y así por mil cosas más que me hacen vibrar, celebrar, disfrutar, llorar de emoción, gritar de alegría y brincar de satisfacción.

Pero tener orgullo es bien distinto, porque por lo que he visto, éste te hace sentir, grandiosa, más que los demás, arribista, queriendo tener lo que no puedes, pretenciosa, exagerando lo que no tienes, mal humorada, porque nunca vas a ser igual a…, enferma, porque prefieres morirte antes de que los demás sepan de tus carencias, debilidades o errores, inclusive, te acuesta, sí, te manda a la cama, porque el tener que aparentar lo que no es, te deprime; y así miro mil cosas más que no son buenas, porque te paralizan la vida.

Por tener orgullo, es que muchos enfermos de COVID19, no lo reconozcan y sigan contagiando a otros, porque primero muertos que decir que se tiene esa enfermedad y sus amigos, con quienes compartió, no lo saben y resultan enfermos de la noche a la mañana sin saber de dónde vino.

Por tener orgullo es que no eres capaz de compartir enfermedades y penas que te llevan a los límites de la depresión, al punto de verte al borde de la muerte.

Si estás enferma, en estos días, compártelo, dile a tus amigos y familiares lo que sientes y recibirás el consuelo y el acompañamiento que necesitas.

Hoy todo es tan fácil, si no podemos estar físicamente, podemos hacerlo virtualmente y quedarnos horas, viéndonos, hablando, acompañándonos, consolándonos, dándonos ánimos o simplemente compartiendo y hablando de cualquier tema sin importancia, que nos hará más llevadera la enfermedad.

Pero si la pena es moral, si el orgullo que tenemos no nos permite darle la cara a nadie porque nos da vergüenza, porque somos culpables, porque la embarramos, no vale la pena echarte a morir sola. Esto también tiene solución.

Párate en tu orgullo, ya viste que de nada bueno te sirve y lo primero que debes hacer es perdonarte a ti misma, reconoce que tu orgullo te llevó a cometer errores, las ganas de competir con los demás te hizo equivocar, los deseos de ser la primera en todo, te llevó a hacer exigencias que no podías. Si todo esto te ocurrió, perdónate. NO te quedes ahí, sal de tu propia soledad y únete al mundo de la verdad.

Tengo cerca varias situaciones de personas conocidas que su orgullo no las deja ver lo equivocadas que están y desde mi perspectiva, no veo la razón para padecer sufrimiento y hasta enfermarse, por el solo hecho de no reconocer que el orgullo cierra puertas.

Abuelas de hoy, hablémosle a nuestros nietos para que sean seres felices, hagámosles sentir orgullo y no a tenerlo. Digámosles qué es compartir, disfrutar, apoyar, respetar, hablar cuando es oportuno, confiar, decir la verdad, a no aparentar, a no ser exigentes, a ganarse los premios y a saber perder para poder aprender. Así aprenderán a sentir orgullo de sí mismos y serán capaces de manifestar abiertamente sus emociones, de tal forma que siempre mantendrán las puertas de sus vidas abiertas.

Modelemos con el ejemplo y evitemos a toda costa que el orgullo nos paralice.