Con todo el respeto que me merecen nuestras abuelas, nosotros somo un tanto diferente. Las oportunidades que nos dieron para estudiar, viajar, o simplemente el conocimiento que nos llega a través de los medios de comunicación, nos han hecho diferentes:

Empecemos por la edad. Tener sesenta hoy no es lo mismo que hace unos años. Hoy, las sesentonas, seguimos siendo vitales, crecimos con los hijos, los gustos no son del pasado sino del presente, muchas seguimos trabajando, otras nos jubilamos, pero no para morirnos sino para vivir. En mi caso, aunque estoy jubilada o pensionada, yo me califico no como jubilada, sino como jubilosa, vivo mi primera vejentud con experiencia y sin las cargas de la juventud. Decidí ser feliz.

Soy una afortunada al poder contar con un esposo también jubiloso, ya sin los hijos dentro del hogar, porque todos tomaron su camino, y eligieron vivir su vida, pero si con amigos que cultivamos toda la vida, con una familia que es numerosa y unida y con una desprogramación diaria que no nos alcanza el tiempo para todo lo que tenemos que hacer.

Aquí me perdonarán las abuelas que, si lo son, pero nosotros y yo especialmente, no tengo en mi programación, cuidar los nietos a diario, ni soy de las que me dejo programar. ¿Mala madre? ¿Mala abuela? No. Excelente en ambas profesiones, porque les sirvo cuando me necesitan y los apoyo cuando lo requieren. No estorbo, no los molesto, no dependen de mí, viven su vida y la disfrutan, son independientes, aprendieron a ser los mejores padres y su independencia es mi triunfo, además son los mejores hijos que me dieron el mejor yerno e insuperables nueras.

Pusimos claro desde siempre que ellos vivirían su vida, tal como la habían soñado y que de ahí en adelante nos tendrían a nosotros como su refuerzo, en caso de necesidad y solo cuando ellos nos requirieran, pero si aceptamos sin dudar que nos siguieran queriendo, que estuvieran pendientes de nosotros, que se interesarán por nuestro bienestar y por supuesto que también aceptamos visitarlos un día a la semana, almorzar con ellos, si podían o simplemente ir a visitar  los nietos y tenerlos para nosotros unas horas. Eso es vida.

También nos encanta programar sus visitas a nuestra casa los fines de semana y que se queden todo el tiempo. Ellos nos llenan de alegría y nos deja recargados de felicidad para comenzar la semana. Siempre es una delicia ver los hijos y los nietos disfrutar en el hogar nuestro.

Al igual que nosotros, nuestros hijos también son respetuosos de nuestra agenda y de nuestro disfrute como pareja de abuelos. Ellos saben qué hacemos, dónde estamos, cómo nos fue en lo hacemos, porque se los compartimos, porque sabemos que ellos nos aman y están pendientes de nosotros, no somos irresponsables y conocemos nuestras limitaciones, por ello, el saludo diario no nos falta y por ahí derecho la información de lo que haremos y de cómo están ellos.

Esto es vida!, disfrutar compartiendo, pero con respeto por los espacios y sin necesidad de meternos permanentemente en la vida de ellos. Abuelos sí, pero diferentes.