Me conmueven al máximo, creo que he sido y hemos sido ingratos, exigentes y hasta irresponsables con ellos. La compasión, virtud hermosa, no la practicamos con ellos y, por el contrario, hemos sido exigentes, pues, aunque para algunos haya sido su profesión, para otros no fue su elección y a estos quiero referirme especialmente.

¿Pero qué es o quién es un cuidador?

No pretendo dictar una catedra y por ello acudí a Google y facilito me dio esta definición:

“Un cuidador (o proveedor de atención a pacientes) ayuda a una persona que necesita asistencia para cuidarse. Quien necesita apoyo puede ser un niño, adulto o una persona mayor. Es posible que requiera cuidados debido a una lesión, enfermedad crónica o discapacidad. … Otros cuidadores son profesionales remunerados.

Se denominan cuidador familiar (o informales) al conjunto de personas, en un 85% mujeres, que dedican una importante actividad diaria al cuidado de personas con dependencias o discapacidades permanentes.  El cuidado será más o menos prolongado dependiendo de la persona y sus circunstancias”.

Como ven hay cuidadores de muchas clases y de muchas personas necesitadas de sus servicios y ellos tienen toda mi admiración, respeto y consideración, pero hoy quiero dedicar este artículo a los cuidadores que, por diferentes circunstancias, “les tocó” cuidar a sus padres, esposos o adultos mayores, sin pago, sin retribución, simplemente porque esa era la derecha.

Y digo “les tocó “, porque simplemente se ganaron la rifa. Son los hijos o parientes cercanos que, por azar del destino, quedaron solteros, enviudaron, o les correspondió “vivir “, en la casa donde estaba el enfermo y su situación económica no le daba para más, y en fin por miles de razones, tienen a su cargo un adulto mayor a su cuidado.Y tampoco voy a hablar de las enfermedades, puede ser cualquiera, desde parálisis, hasta alzhéimer

Ellos, los cuidadores nunca lo imaginaron. Nunca pensaron que a mitad o en la flor de su vida, tuvieran que entregarse en cuerpo y alma a cuidar de alguien, porque no había nadie más, así el enfermo tuviera 10 hijos y más familiares.


No había nadie que lo pudiera cuidar. Todos tenían sus vidas, algunos vivían lejos, otros no tenían forma de hacerlo y quizás algunos prefirieron hacerse los locos antes que aceptar tal responsabilidad. Entonces, el que quedaba, quizás más débil o en condiciones menos competitivas, se ganó la rifa de cuidar al que necesitaba, vivir con él, y hacerle la vida menos penosa de lo que su propia enfermedad o vejez lo era, y quien menos lo esperaba terminó de cuidador, y a él como al que cuida, también se le acabó su vida

Sí, su vida, porque ahora tendrá que vivir la del otro, y entorno al otro, y responder por la vida del otro, sin que nadie piense en la suya. Todos lo dieron por sentado y pensaron que era su obligación.
El cuidador, así tenga ayuda, debe estar atento a lo que el que cuida pida, necesite y exija, pues los hay quienes en su vejez o enfermedad se vuelven rebeldes, autoritarios, humillativos y exigentes.

Entendible a veces, pues estar enfermo causa desespero, a él lo entendemos, pero al cuidador no, pues es “su deber” atenderlo y complacerle para no hacerle más difícil su vida, su enfermedad y su soledad.
Pero ¿y la soledad del cuidador? y ¿su salud mental? ¡Ah no!, es su deber!, dirán algunos. Nadie piensa en sus necesidades de compañía, y si logra tener un descanso las críticas de los demás arrecian, porque es muy fácil hablar desde la comodidad de una buena compañía y un hogar.
Hogar? El cuidador no tiene hogar, tiene casa, o techo y comida, como suelen decirle, pero hogar no tiene.
¿Y familia?, tampoco, tiene hermanos, tíos y primos que lo admiran por lo bueno que es con quien cuida, pero hasta ahí.

Si además de cuidar, el cuidador no hace otra cosa, es un vago que quiere vivir a costa de los otros, si pide días de descanso entre su familia, es todo un concilio para encontrar quien puede hacerle el alto, y quien lo hace pone las condiciones de hora de salida y entrada.

Porque es claro que el cuidador por sorteo, por suerte o porque le tocó o por de malas, no tiene vida, no es rico, no es tenido en cuenta, pocos lo consideran, y sólo algunos se acuerdan de que a ellos también les gustaría salir, divertirse, tener amigos etc.
Podría haber hecho un artículo más conmovedor, pero no. Lo que pretendo es despertar en ustedes queridos amigos y amigas, la idea de planificar el futuro, que no está tan lejano para nosotros, no “matemos” la vida de un ser querido, obligándolo a que nos cuide cuando ya no podamos, porque no fuimos capaces de decidir lo que sería de nuestras vidas, viejos y enfermos, cuando podíamos, Es hora de ordenar, escribir y contar qué queremos cuando ya no podamos valernos por nosotros mismos.

Es hora se pensar dónde queremos estar y con quien y con qué.
No seamos cómodos diciendo: “allá los hijos, que decidan que hacer conmigo”. No, No seamos egoístas. No les dáñenos la vida a nuestros hijos o familiares; ahora que podemos. Manifestémosles lo que queremos hacer de nuestra vida cuando ya no sea tan nuestra, sino dependiente. Que no que decidan por nosotros.
Y como casi nadie se acuerda del cuidador a la hora del reconocimiento, quiero invitarlos a que empiecen a hacerlo, no con regalos, ni dinero, ni dándole palmaditas en la espalda, es solo teniéndoles CONSIDERACIÓN, respetándolos y reconociéndoles que también tienen derecho a una vida.