“Tan bello mi gordito”.

“Que belleza, parece un repollito”

“Está lindo el cotobito”

“Mírale esos muslos, parecen morcillas, divina”

“Esta gorda está divina”

“Que bolita de niño, tan bello”

“Que pochochera de bebé”

“Este si se está tomando toda la sopita”

Y así mil términos más, les decimos a las madres de unos niños o niñas regordetes, que se ven sanos y fuertes, para congraciarnos con ellas, cuando los conocemos.

Y más tarde cuando van creciendo, a medida que hacen gracias u obtienen logros, los vamos premiando con mil besos acompañados de:

“Como comiste tan bien, te ganaste el postre”

“Como sacaste buena nota, te mereces que vayamos a comer el helado más grande”

“Como anotaste un gol, te mereces esta chocolatina gigante”

“Como te comportaste bien con la visita, vamos por una malteada”

Y cuando las tías llegan de visita, no falta el paquetico con caramelos, bombones con chicle por dentro, chocolatinas más pequeñas rellenas o con maní.

Y así seguimos creciendo, y para la conquista el pretendiente llega con flores y caja de chocolates rellenos, y el día del cumpleaños no falta la gran torta llena de chocolate y adornada con más dulces.

Y vamos recorriendo la vida, cohonestando con el dulce, que entre cosas es delicioso, y regalando y recibiendo dulces, echándole azúcar al café, comprando granizados, festejando con cupcakes y más, sin poner freno. Todo se vale cuando estamos creciendo, decimos las mamás, y las abuelas asentimos, pues ¿qué mejor modo de conquistar un nieto que con gomitas y dulces?

Pero cuando ya crecemos… empezamos a pagar la falta de control, uno, culpa de padres y abuelos, y otra, de nosotros mismos que nos acostumbramos a vernos lindas gorditas, supuestamente sanas, hasta que llega la primera revisión médica y ahí es troya.

Comienzan las dietas prematuras en niños obesos de menos de 10 años, la lucha de las niñas, para verse hermosas el día de los quince, el desvelo y sacrificio de las adolescentes para que los chicos las miren y los ejercicios y exagerado gimnasio, para caber en los trajes del matrimonio. Eso cuando la obesidad, aún no ha traído consecuencias.

Pero llega la edad madura y ¡Oh, Dios!, nos descubrieron los triglicéridos altos, estamos prediabéticos o diabéticos, nos dio el infarto siendo jóvenes, y ahí, hay que empezar a hacer dieta rigurosa, visita donde la nutricionista que nos dirá: “puedes comer de todo, pero no todo”, te pesará y te dirá en la cara: “estas obesa”, “debes dejar el azúcar, las harinas y caminar una hora al día al menos tres veces a la semana, si quieres tener una larga vida”.

Pero como somos testarudos todos, llegamos a la vejez y ahí empieza lo peor, como no hicimos caso, la prediabetes, se convirtió en diabetes y llegó la inyección de insulina, los dolores de espalda y de cadera, ya no se alivian con bloqueos sino con cirugías, y si nos va bien, no quedamos cojas o con bastón, pero si rengas, o en silla de ruedas. Y quedamos tan crujientes que cada hueso se rompe con facilidad y hay que correrle a las caídas.

Este es un panorama de miedo el que acabo de describirles, y esa es la idea, llamar su atención, hacerles ver a todos que, si desde niños no nos cuidaron y de jóvenes no lo hicimos, ahora de viejos nos tocará hacer en tiempo récord, todo lo que debimos haber hecho 30 años atrás.

Por eso, mamás, abuelas, tías, abuelos, tíos y papás, entre otros, por favor no engolosinen a sus nietos, hijos y sobrinos con dulces, que más tarde les harán pagar las consecuencias en su estado de salud.

Propongámonos ayudar a la crianza, sugiriendo, no imponiendo, a nuestros hijos que están criando muchachos, que lo importante es saber darles comida sana, para tener adultos sanos y llenos de vida.

No cometamos con los niños de hoy el error, que sin culpa y a veces por desconocimiento cometieron con nosotros.

La comida no debe ser vista como recompensa y por ello no debemos premiar con comida que dañe, no, la comida debe estar asociada a la buena salud y a prevenir el riesgo cardiovascular, coronario y la diabetes entre otros.

La edad nos tira en la cara los excesos de toda índole y más los de la comida. Por eso, aprendamos a comer sano, dar comida sana y deliciosa, porque lo sano no debe ser maluco y, sobre todo, enseñarnos a comer de todo, pero no todo.