Recientemente tuve un quebranto de salud que me mandó a la clínica por dos días.

Fue un buen susto porque eso que uno borre el casete de lo que hizo en día y medio, sacude y te pone a pensar. Gracias a Dios todo salió bien y aquí estoy de vuelta, escribiendo, pensando, y recordando de lo malo que pasó lo bueno que me sucedió y este tiene que ver con mi nieto Tomás.

Tomás de siete años acabados de cumplir, es un niño de esos que te salen adelante en todo y pregunta de todo y sabe repuestas que ni yo misma tenía idea.

El día en que sus papás le contaron que yo estaba enferma, decidió enviarme a la clínica un mensaje, acompañado de un suculento pastel. La nota decía, con letra, apenas aprendiendo a escribir: “eres la mejor abuelita del mundo” y uno de abuela y enferma, se derrite de amor.

Cuando mi hijo me entregó el regalo y la tarjeta, mi reacción fue de alegría, de felicidad, alabé ese mensaje como nunca y disfruté leyéndolo y mirando esa letra garabateada, pero mi hijo sonriendo, me dijo que esa no era la tarjeta original, la original tenía otro mensaje y era “NUNCA TE OLVIDARÉ, AUNQUE ESTÉS EN EL CIELO”.

Ya podrán imaginarse la risa, eso me alegró el día, y me hizo reír y sonreír todo el día y aún hoy.

Su mamá cuando vio el texto de la nota, le dijo obviamente que, yo no estaba muerta, que estaba enferma pero que ya estaba mejorando, que la cambiara y así lo hizo y lo que escribió en la nueva tarjeta fue: “QUE TE MEJORES Y DESCANSA EN PAZ”. La segunda fue para más risas y anécdotas

Pero, así como es de inteligente, lo es también de dramático.  Al tercer día de mi enfermedad, su papá iba con él en el carro y me llamó a preguntarme como iba de mi salud, le dije que bien, pero que me dolía mucho el cuello y de inmediato, Tomás, que iba escuchando, contestó: “Ay abuelita ya sí me estas asustando”.

Total, la inocencia es bella y Tomás es un niño muy sensible y dulce, pero dramático, pues siguiendo con el cuento, llevarlo a que le pongan una inyección es todavía más chistoso, arma cual telenovela, todo un drama y en medio del llanto, es de los que le dice a la mamá: “mami, esto es horrible ya estoy viendo el túnel, ya los ángeles vienen por mí, ya se acerca mi fin, esto es lo último que podré decirte”

habla como viejo dramático, todo lo oye, no se pierde nada y sabe acomodar las frases que escucha a cosas cotidianas, es de los que está hablando y opina diciendo: “no te preocupes, estas son cosas de la vida”

Tomás es experto en dinosaurios, tiene, yo diría, que una colección inmensa, se sabe los nombres, los periodos en que vivieron, lo que comen y toda su anatomía y un día el abuelo le pregunto: ¿Tommy por qué se extinguieron los dinosaurios? y el muy calmadamente, dejó los cubiertos a un lado, pues estábamos comiendo y le contestó: “Tito, existen muchas teorías de por qué se extinguieron, pero te voy a decir tres, que me parecen las más importantes” y se las dijo, con explicación larga. Confieso que ni yo me las sabía

Mi nieto tiene castigos cuando su comportamiento no es el adecuado, pero contrario a la chancleta, la correa, la palmada o demás, sus padres le trabajan la sicología positiva y le van quitando privilegios, siendo el primero, la tableta, que es de donde él, saca su buen vocabulario y sus expresiones descrestadoras. Y si bien le duele no tener la tableta, también es consciente de que se equivocó y se merece el castigo y al final les dice a sus papás, cuando ya le levantan el castigo “gracias, con estos castigos o pérdida de privilegios, yo tengo algo para agradecerles, porque aprendí, a redescubrir mis juegos” ¡plop!

Si bien era una historia personal, valga la pena reflexionar en las cosas que decimos los adultos delante de ellos, ese lenguaje y esas expresiones, no salen solas, las escuchan en la televisión, la miran en las tabletas, las escuchan en nuestras conversaciones de adultos y ellos, muy inteligentes, las acomodan a su diario vivir.

De ahí, la importancia de que, como adultos, estemos atentos y vigilantes a saber que es lo que ven, que es lo hablamos y que es lo que escuchan. Los medios digitales como tabletas y teléfonos inteligentes, son buenos, siempre y cuando sepamos y controlemos sus contenidos para nuestros hijos y nietos, casos se han visto de situaciones difíciles por no saber controlar esos aparatos, tanto en tiempo como en contenido.

Que bueno que existen, pero son mejores, si como padres y abuelos sabemos que es lo que ven y que es lo que les conviene ver. No lo olviden nuestros nietos son demasiado inteligentes hoy por hoy,