Así como suena.

En una reciente reunión de hermanos, nos sentamos a recordar, todos los cuentos, historias y sobrenombres que abundan en los pueblos y que son normales, porque no distinguen, color, raza, estirpe, clase social o lo que sea, el que da papaya se gana su sobrenombre.

Igual pasa con las calles, la mayoría tienen nombres de nuestros próceres, pero si algo ocurrió en esa calle, o tiene alguna particularidad, también tiene su mote, por la cual se le conocerá toda la vida, así oficialmente se llame de otra manera.

Es tal la ocurrencia de la gente, en general de los paisas, pero en articular de mi pueblo, Girardota, que cuando uno está hablando con alguien, el cuento se alarga porque se refieren a ese alguien por el sobrenombre y como uno es curioso, al preguntar por qué le dicen así, allí viene el cuento largo

Girardota, además de ser la tierra del Señor Caído, de tener una de las Semana Santas más hermosas, fervorosas y tradicionales, del país, diría yo, de tener las fiestas del Chicharrón más bailadas y creativas de la región y las fiestas novembrinas de la danza y el Sainete, también se le reconoce por tener en su cuenta muchos habitantes con sobrenombres. Es tanta la fama, que nuestro músico y compositor José Muñoz, no se quedó callado y compuso una canción, que interpretaron en su época los Graduados con el loco Quintero, en donde hace un recuento de todos los sobrenombres del pueblo.

Ni los de mas alta alcurnia se le escaparon, hubo para todos y fue una canción famosa hasta internacionalmente, pero recibida con gusto y alegría en el pueblo, pues a estas alturas de la vida a ninguno de los que manejan alias les causa disgusto que les digan así.

Les recuerdo algo de la canción y si tienen tiempo, búsquenla en este enlace:   https://youtu.be/YJvCXOx9dbY

y dice así “A José le dicen, le dicen tapetusa, a Alberto le dicen, le dicen el pitolo, a Jorge la bruja, al gordo carepapa, a Raúl la vaca y a Juancho cabezaehuevo, a Miguel lo llaman, le dicen lenguasuelta, a Jesús el sapo y a Jairo el Currambero, a Pablo la osa, a Tulio mosca muerta a Pedro la mula y a Gustavo el goterero… y así muchos mas

Eso explica en buena parte la idiosincrasia de los pueblos, y para ubicar donde vive alguien, pues fácil, en lugar de dar la dirección con números y letras o con el nombre del libertador, le dicen que vive en la calle del talego con las chuchas, al frente de lenguatrapo, y enseguida de carepapa, por poner un ejemplo.

Y esos apodos se van heredando de padres a hijos y nietos, porque para identificar con quien se casó alguien, le dicen que la esposa del hijo del músico, es una de las tripas, o de patelana, o de la marrana y así sucesivamente, nadie se escapa, ni siquiera mi familia a quienes nos reconocen por los músicos, porque mi papá lo era, o los mangueños, porque la banda de músicos que dirigían mi abuelo y luego mi papá se llamaba la mangueña, además,  que ellos eran de una vereda que se llama la Manga Arriba. ¿Vieron? No me escapé.

Pero ahora, han nacido nuevos apodos, porque a medida que van llegando nuevos personajes al pueblo, si dan papaya, tienen su merecido sobrenombre, así sean de alto tute o alcurnia, si sacerdotes ni policía, ni alcalde, ni médicos se salvan. Esa es parte de la vida y de la diversión de un pueblo, a nadie se le hace daño y el que se moleste por ello, peor le va, porque se le dice su apodo, pero se indica que se enoja si se lo dicen.

También hay alias para los borrachitos a quienes los llaman “los chirrincheros”, son alcohólicos reconocidos, y aunque es una enfermedad, tampoco se salvaron de su apodo.

Alrededor de esta historia, se puede pasar una tarde entera recordando los apodos y de quien era cada uno, donde vivía, con se casó, que hay de los hijos, si se murió o vive, sobre todo, cuando uno no vive permanente allá. Ni el señor Caído se salvó, le dicen el Caído.

Eso es lo bueno de ser de pueblo, de tener patria chica, de saber de dónde venimos, de conocer la historia propia, de reconocer en la gente el aprecio y el cariño, de saber del respeto que se siente por cada uno de ellos, así tengan apodos, de disfrutar buenas conversaciones y de descubrir quién fue el que puso tantos apodos, porque cada que nace un autor, hay a su alrededor otros tres o cuatro que lo acolitaron y salieron a contar.

Ser de pueblo es un honor y de Girardota más, porque sus costumbres siguen siendo respetadas, porque su cultura se enaltece, porque ha dado grandes músicos y ahora hay muchos jóvenes, destacados en distintos géneros musicales especialmente en la popular o en la guasca, también los hay clásicos y los buenos duetos y tríos, sin dejar de lado la chirimía propia nuestra.

Ser de pueblo es poder saludar a todos en la calle por su nombre, pararse a conversar para saber como está la familia y preguntar por cada uno, llamar a dar el pésame por la muerte de alguno, visitar si hay enfermos y disfrutar sentados en la acera de la casa viendo pasar la gente, saludando y recordando quien es o quienes son, eso sí, con apodo incluido.

Ser de pueblo es tener mil historias que contar y tener escuela para echarlos, creando nombres, apodos y sobrenombres.