Quien lo creyera, parece tan fácil de decir, pero tan difícil de asumir.
La paciencia es la virtud de la cual carezco. Es la que se me da más difícil, es la que no manejo y estoy segura que no la lograré.
Pero no es porque no quiera tenerla o no haya luchado por ejercerla, no, es porque su enemiga, la impaciencia se me acomodó en mi vida, en mi modo de ser y en todo y ahora que quiero tenerla, se niega a vivir conmigo.

Seguramente muchos de ustedes sufren de lo mismo que yo y también sé que
entre sus propósitos de año nuevo, promesas a los Santos y a Dios, está el de recuperarla y practicarla y nada que cumplen.
Paciencia, algún día llegará.
En mi caso, la impaciencia se acomodó muy temprano, desde que tengo uso de razón , me conozco a las carreras.
Era la primera en acabar de comer, aunque me decían que debía comer despacio para tener buena digestión.
Era la primera en llegar al colegio, aunque vivía en un municipio a hora y tanto desde la ciudad.
Era la primera en llegar a clase de seis de la mañana a la universidad y así por el estilo. Cuando trabaja era la primera en llegar la última en salir y por razones de mi oficio, directora de noticias o periodista, no tenía tiempo para tener paciencia. Todo era para ya.


Era de las que decía “ el que piensa pierde” y todo lo exigía para ya.
Eso me hizo Impaciente, no mal genio, sino controladora que para todo saliera bien pero para ya, impaciente por ser la primera y la mejor en lo que hacíamos o estaba a mi cargo y todo eso lo llevé a mi casa.
A mis hijos les exigía celeridad para hacer las cosas, inclusive para comer, para hacer las tareas, para vestirse, para ser puntuales y no les permitía faltar a clases porque creía que se perdían de ser los mejores en sus estudios o en lo que fuera, era de las que les decía “ la cama enferma y la casa embrutece “ y si bien aprendieron y ahora son buenos y seguros en lo que hacen, también los cargué con impaciencia y afanes innecesarios que sólo ahora entiendo que no valían la pena.

No sé para qué corrí tanto.

Ahora que estoy descansada, jubilosa y en la época en que debería estar disfrutando sin preocupaciones, me cargué y comencé a cargar temas y asuntos que no son míos, los llevo tan cargados que me enfermaron y mis médicos me dice que tengo que soltar, si fácil, pero ¿cómo le hago?

Pues bien, encontré una forma, luego de recargar mis energías, de visitar siete médicos, de que me doliera la cadera y me tuvieran que hacer terapias y mil bloqueos, luego de que mi ojo comenzó a dolerme y nada que atinaban con lo que tenía y si bien aún me quedan rezagos de esas dolencias supuestamente buscadas, ahora estoy comenzando a soltar y el estar liviana me está ayudando,

No es fácil dejar de hacer lo que siempre has hecho en a vida que es controlar todo para que nada salga mal, no es fácil dejar de hacer, so riesgos de que el azar haga de las suyas, pero entendí muy a la fuerza, que, si me muriera hoy, nada pasaba, la vida de todos seguía sin mí, lo que cargaba, nadie lo cogió y por todo lo que sufrí, nada valió la pena porque ahora están descansados de mi falta de paciencia y mis afanes.

Por eso queridos lectores míos, no dejen que la impaciencia los agobie, que el control los controle y que la paciencia no exista.

Hay que vivir bien, previendo algunas cosas, pero poniendo en manos de otros y de muchos las cosas que pesan, eso se llama repartir las cargas.

No hay que impacientarse porque llegó tarde a quien esperábamos y le armamos espectáculo, no hay que impacientarse con quien quebró el fino florero, porque eso es una cosa que si bien valió dinero no merece que nos dañe el día, no hay que exigir las cosas para ya, porque si estamos de buenas, mañana será otro día.

La paciencia, entendí, es un don, del cual predico y poco aplico, pero estoy en esa tarea, estoy aprendiendo, tengo buenos ejemplos en casa y busqué ayuda en otros.

Tengo que aprender y ustedes también, a soltar lo malo con amor, pero a soltarlo, a dejar que otros hagan porque también saben hacer lo mismo que yo y mejor, porque nadie es perfecto, a dejar de ofuscarse por lo pequeño, porque no nos deja ver lo grande que hay y lo mejor.

Paciencia, hay que repetir esta palabreja con paciencia para que algún día nos llegue.

La paciencia no se decreta, hay que lucharla.