Y no aguantó más, ni a su cuerpo, ni a su alma, ni la presión que le oprimía, ni las burlas, ni el secreto que ya estaba a punto de descubrirse.

Un soplón, al cual le tenía confianza, fue a contarle a la mamá de Pedro, que a él le gustaban los hombres. No le importó lo que esto desencadenaría, pues a sus escasos nueve años y en 1988, todo era misterio, silencio, pecado, señalamiento y por supuesto, desprecio.

Nora la mamá de Pedro, una mujer sencilla, con escaso un bachillerato son terminar, residente de un barrio de la ciudad, que mas parecía un pueblo con infierno chiquito, llamó al orden a su hijo y lo sentó frente a frente, en dos camas gemelas que había en su casa y la pregunta fue directa: “¿es verdad que te gustan los hombres?”.

Pedro de inmediato procesó lo que veía en televisión, era un niño, humilde, que no entendía bien lo que le estaba pasando, pero si tenía claro que su naturaleza no era la del hombrecito que empezaba a crecer. Ante la pregunta de su mamá, infló su pecho y sin tapujos le dijo que sí. Le confirmó que le gustaban los hombres, pero le dijo que nadie lo había tocado, nadie lo había violado, nadie le había inducido. Le dijo que desde pequeño el sentía que su alma no le cabía en ese cuerpo y que le gustaban los reinados, los vestidos que se ponían las mujeres, el maquillaje, los peinados, pero que jamás se vestiría como mujer, ni mucho menos ofendería a nadie. Le aclaró además que no despreciaba a las mujeres, que por e contrario, las admiraba y le gustaba tenerlas como amigas.

La confesión no fue suficiente para su mamá, todo lo contrario, la devastó. Literalmente pegó el grito en el cielo y en medio de un llanto desesperado le reclamaba el por qué le pagaba así, ella que se desvivía por él, ella que le había dado todo, ella que no le faltaba con nada. Y ante eso, no había respuesta, Pedro guardo silencio, pero su mamá no.

Ella tomó medidas desesperadas y angustiantes, sin pensar ni un segundo en lo que estaba viviendo su hijo.

Como trabajaba todo el día lo dejaba encerrado en la casa, desnudo para que no saliera, pero Pedro aprovechaba y se vestía con lo que encontraba, las faldas de su mamá y los zapatos de ella y caminada todo el día por la casa, desfilando.

Como se trataba de un hijo único, la madre llamo a los tíos, abuela y demás familiares y cual reunión de la santa inquisición, pidieron cuentas a Pedro y le exigieron que les dijera la verdad. Nueve tíos, lo juzgaron, lo cuestionaron, lo vapulearon, lo regañaron, lo humillaron lo hicieron sentir un demonio y lo declararon culpable de una enfermedad contagiosa y lo relegaron como sobrino, nieto e hijo.

Mientras, en el colegio, también sufría de los mismos señalamientos, juzgamientos, desprecios, miedo al contagio y solo atinaba a hacer amigas, lo que le reafirmaba su condición y de paso, le ayudaba a sobrellevar ese peso que la familia, su mamá, las vecinas y los compañeros le pusieron, porque su propia madre fue la que se encargó de contarle a todo el que quisiera escucharla y verla llorar, que su hijo era Gay.

Lo llevaron donde psicólogos para que lo arreglara y lo volviera hombre, pero con tan mala suerte, que su mamá por sugerencia de un amigo, lo llevó donde un reputado psicólogo, que no solo no le ayudó, sino que lo hizo su amante y lo obligó a no contar.

Pero eso tampoco paró ahí, llegó un padrastro a su vida, que además de ser mal esposo, al saber que tenía un hijastro al que le gustaban los hombres, no desaprovechó la oportunidad y por casi nueve años, abusó de él, lo encerraba por largas horas para abusar de él. Intentó contarle a su mamá, pero no le creyó y su infierno fue total, hubo un día en que ya su carga era tan pesada que pensó en suicidarse y a los quince años, al ver que su padrastro golpeaba a su madre, Pedro lo agarró y fue su desquite, y ni no hubiera sido por los gritos de auxilio de su madre, y la ayuda de una prima, también se habría convertido en asesino-

Pero como dicen, no hay mal que dure cien años y un profesor de su colegio, que sabía de la condición de Pedro, le ayudó de tal forma, que la vida le cambió por siempre. Pedro, en reunión propiciada por su profesor y orientada por él, pudo contarles a sus compañeros de clase lo que le sucedía, como se sentía, lo que sufría y por supuesto, el profesor lo hizo tan bien, que sus compañeros cambiaron de un todo y por todo y Pedro se convirtió en la estrella del salón y del colegio. Estaba en todas las invitaciones, en todos los juegos, en todas las fiestas, en las reuniones, en los grupos de estudio y sobresalía porque organizaba desfiles para recoger fondos y arreglaba a las compañeras como el mejor estilista y maquillador.

Cuando Pedro me contó la historia, me dijo que los 16 años, vino a entender que era ser gay y ahí mismo tomo la decisión de crecer como persona y ser el mejor en lo que se proponía ser y hacer.

Ya no tuvo que esconderse más, se graduó con honores de su colegio y hoy es un gran estilista y asesor de imagen de damas de alta alcurnia que lo aprecian y valoran por su trabajo y porque es un gran ser humano. Sigue siendo Gay, pero sin plumas ni aleteos, es caballeroso, respetuoso, vive su vida con tranquilidad y jamás ha tenido escándalos. Es entregado a su trabajo, quienes lo juzgaron, quienes lo despreciaron, son sus mayores admiradores, jamás le pidieron perdón, pero eso a él no le importa, porque siguen siendo su familia, a pesar de que su madre se murió cuando el cumplió los 16 años y no lo vio triunfar.

Esta historia así contada, entre lagrimas y risas, se parece a muchas que leemos y escuchamos a diario, pero nosotras como mamás y abuelas, no obstante el dolor o el impacto que pueda causarnos que nos digan que un hijo o un nieto es gay, debemos apoyarlo, orientarlo, hablarle e ir donde el psicólogo, pero no para que lo enderecen, sino para que nos enseñen a vivir con una persona Gay, para no lastimarlo, para no dejar que nadie lo maltrate y para que juntos y en familia, podamos llevar una vida feliz y sin tapujos.

No es fácil, eso es verdad, que duele, seguramente, pero ahí hay un ser humano que necesita ayuda y apoyo y de las decisiones que tomemos en el momento de la noticia, es el resultado que recogeremos mas adelante.

Nota: esta historia es real, solo cambié los nombres y está autorizada para contarla.

Las conclusiones, cada uno en su leal saber y entender será lo suficiente maduro para decidir qué hacer cuando esto les llegue a suceder. Si armar el escándalo e inducir al chico a peores situaciones o apoyarlo y ayudarle a ser feliz.