Hoy voy a describirles como son los entierros o funerales de nuestros seres queridos, pues como los he visto, se han convertido en un encuentro para los asistentes en donde reina la alegría de verse y también la necesidad de ver a algunos que necesitábamos y solo ahí los podíamos encontrar.
Ya ustedes saben que a estas edades nos invitan cada vez con más frecuencia a los funerales de personas conocidas y cuando nos invitan o sabemos de las exequias de algún conocido, vamos porque sabemos que quien falleció era persona muy querida o reconocida y como no hay muerto malo, nos llenamos de motivos y buscamos todas sus virtudes y ningún defecto para poder asistir.
Pero en defensa de muchos y me incluyo, hay quienes asistimos de corazón y por el dolor que nos causó su muerte, o por agradecimiento o porque en realidad lo queríamos.
Pero muchos y diría que el 90 por ciento de los asistentes lo ven como un acontecimiento social, al que hay que ir por muchas razones: para que el doliente me vea y sepa que estuve y lo acompañé, para verme con fulanito, señor importante al que debo acercarme y no he podido, el que va por si acaso logra verse con amigos de hace tiempos, el que va para saludar gente y sepan que está vivo, el que va para poder estrenar ese atuendo negro, el que de antemano sabe que el “ el muerto era grande” y seguro que ahí van a estar “los pesados de esta ciudad” y no falta el que va ver que saca del funeral así sea un ramo de flores.
Pero no solo asisten esos que enumeré, también están las mujeres, y que vaina que seamos nosotras las que más lora damos, muchas van por lucir sus mejores atuendos, el collar de perlas y las joyas que no se pueden poner sino en esas ocasiones, las que quieren presumir a sus esposos, hijos o novios, las que andan a la caza del gerente que le va dar el puesto a su hijo y hace hasta lo imposible por acercarse a él y son de las que guardan dos bancas De la Iglesia y para hacerlo, ponen el bolso, la bufanda, un cepillo, la chaqueta, el celular y se paran en la esquina a decirle a todo el que quiere sentarse, que esa dos bancas están ocupadas.
Y no faltan la que entran temprano se hacen la mitad de la Iglesia y empiezan a mirar para todos los lados, voleando mano para saludar o para que la vean y la saluden, están también las que van discretamente buscando que nadie las vea y no falta la que la mira y le pega el saludo más sonoro y termina por ser el centro por el escándalo que le armaron al verla y así por el estilo, pero en una ocasión me tocó al lado la llorona.
Empezó a lagrimear tan pronto vio la entrada de los restos del difunto, lloró en la homilía, en la elevación y cuando hablaron los hijos del fallecido fue tal la llorada, cual magdalena, que me conmovió, al punto de que le cogí la mano para consolarla y más lloró y cuando le pregunté que si él muerto era de la familia me dijo que no, que era que se estaba acordando de cuando le hizo el funeral a su esposo hace tres años. Vea pues.
Hay quienes van a llorar a los entierros como excusa, para hacerlo sin pena y todos crean que están demasiado afectada.
Y que tal la entrada y la salida de las iglesias. ¿Han visto que la gente madruga más?
Si la misa exequias es a la once, a las 10 ya está el parqueadero de la Iglesia lleno ¿y por qué? Pues porque es un acontecimiento social y hay que ir a ver a quien veo y obvio que ven y cuando menos uno piensa, se escucha un grito de emoción con abrazo de saludo o una risotada de alegría porque vio a un viejo amigo que hace 40 años que no veía.
Y a la salida De la Iglesia es lo propio. Esperan a que salgan todos y definen donde se van a ir a tomar el café o a almorzar para desatrasarse. ¡Vaya compañías las que van a los entierros!
Pero bueno, ese estilo no nos lo quita nadie y siempre será así.
Por naturaleza y tropicalismo, somos efusivos, alegres, gritones, saludadores y más los paisas, pocos somos los que de verdad vamos a acompañar a la familia del fallecido, pocos somos los que de corazón sentimos la pena de perder a un ser querido o un amigo.
El estilo colombiano de los funerales no cambiará, seguirá haciendo do parte de los eventos sociales solo que de negro y blanco o colores oscuros y caras largas de vez en cuando, pero lo que, si podemos controlar por educación, por respeto, por condolencias y por consideración es el bullicio, la algarabía. Las risas fuertes, los saludos a gritos y las ganas de que nos vean porque estamos cumpliendo. Eso no se vale.
Si vamos a asistir, hagámoslo por afecto, por amistad, por convencimiento, por solidaridad, con respeto y si tenemos fe en que la eternidad es el encuentro con el ser supremo, pues demostrémoslo.
Muy cierto María V. Hasta del dolor ajeno se aprovechan muchas personas.
Totalmente cierto, los entierros son puntos de referencia y el sitio adecuado para reencuentros y “actualizaciones” del chisme.
En muchas ocasiones importan más los que asisten que el propio difunto(a). Ojalá se hiciera este acto de asistencia como un verdadero acompañamiento y solidaridad con los dolientes; y no como dice la canción: “el muerto al hoyo y el vivo al baile”.
Totalmente cierto mi Viky no te faltó nada por añadir
Un abrazo fuerte
Excelente relato de la “ penosa “ realidad de nuestros eventos para despedir a los seres queridos. Una reflexión 🤔 muy especial y de la que nadie hace. Mil Gracias 😊