Mera elegancia de palabras, solo para describir que no sabemos cocinar.

Conversando con una amiga del colegio, me contaba que estaba preocupada porque estaba aumentando de peso y que el encierro por pandemia y ahora el cuidado, para que no se le pegue la otra cepa, tampoco le ayudaban.

Le dije entonces, que tenía varias alternativas: una, hacer ejercicio, aprovechar que vive por una zona con aire limpio y dos, que cocinara para alimentarse y estar sana, no para tragar.

Sobre el ejercicio me dijo que no, porque había mucha gente que salía y le daba susto contagiarse y sobre la segunda, me dijo que carecía de inteligencia culinaria.

Mi grito y mi risa se escuchó por toda la zona, pues, sabía de algunas excentricidades en el idioma, pero ésta me salió bien rara.

Me explicó, que ella solo sabe comer lo mismo diariamente y que su dieta es de muchas harinas. Con razón estaba aumentando de volumen, le dije, y me inspiré diciéndole que, uno debería comerse medio plato de ensalada, un cuarto del plato con una proteína y el otro cuarto, con una harina, todo bien medido y no lleno hasta el tope, pero ella insistió que no tenía inteligencia culinaria y que eso le servía.

La invité entonces a que mirara unas aplicaciones en su teléfono o computador donde enseñaban a cocina con video, pero me dijo que había ensayado y cuando pedían un condimento o un material que no tenía hasta ahí llegaba.

Insistí en ayudarla y le dije que eso no era problema, que decían pollo y no tenía que usara la carne, o el pescado o lo que tuviera de proteína a la mano, pero ahí fue donde entendí que era eso de la falta de inteligencia culinaria, pues me dijo que ese era su problema, se varaba, porque no sabia buscar con que reemplazar ingredientes en la cocina, o convertir unas sobras en otras comidas, o inventar algo. Total, seguirá creciendo en su volumen anatómicamente.

Fue una conversación graciosa y nos reímos mucho, pero me quedé pensando que, como ella, muchas de nosotras, ya mayores, jubiladas, que fuimos trabajadoras incansables sin tiempo para nada, tenemos ese problemita y muchas no la han superado porque la mente es poderosa y de tanto decir “no se cocinar”, “no me gusta la cocina”, “me aterra lavar platos”, “me harta perder tiempo cocinando para mi sola o para dos personas”, que pesado se vuelve inventar todos los días qué voy hacer” y prefieren comprar, pedir domicilios y por supuesto que las llena, las satisface, las engorda y no las alimenta y por eso el poder de la mente las supera.

Me dirán es que cocinar no es fácil, realmente cansa mucho, que pereza pensar diariamente qué hacer de comida y tienen razón, pero como todo, ahora que estamos en una etapa de la vida en donde en nuestras casas o apartamentos no somos más de dos, o tal vez estemos solos y solas, cuidarse, debe ser el imperativo para poder disfrutar el resto de tiempo que nos queda de vida. ¿Logré asustarlas? Esa era idea.

No podemos seguir viviendo de arepa con huevo, de huevo con arroz, de sopas de tarro, del restaurante de la esquina, no y no. Es hora de sacarle jugo a la cocina entre dos o uno solo. Entre dos, repartiéndose los oficios y solas, jamás, para eso está la radio y la tele, son compañías maravillosas que te alargan el tiempo en la cocina y ni cuenta te das.

Pensaría, y espero que ustedes me secunden, que, si estamos en lo mejor de nuestras vidas, en el mejor tiempo, con experiencia, sin responsabilidades grandes, y con tiempo para hacer lo que queramos y, además, si queremos vivir mas tiempo, felices y con salud, es hora de cuidarnos.

No más excusas para no alimentarnos bien. Debemos volver por la comida real, la que de verdad alimenta, la que nos da vitaminas, las que nos permite pararnos, caminar, tener buena digestión, sin dolores, y felices.

No hay necesidad de inventar comidas de autor, o de alta cocina, volvamos por lo que comíamos cuando teníamos quien nos hiciera de comer.

Aprovechemos nuestra sabiduría de mayores para intentar cocinar buenos alimentos cargados de verduras, de frutas y de proteínas buenas, sin tanta azúcar y sin tanta harina. Si hacemos de estos, nuestro alimento diario, eventualmente nos podemos dar gusticos, como comernos un buen postre, una chocolatina, o un dulce que nos atraiga.

Caminemos, diariamente al menos 40 minutos, despacio o rápido, pero a nuestro ritmo, nadie nos persigue, eso nos ayudará, además, a mantenernos en forma, no gordas y fofos, sino abuelos y abuelas en buena forma.

Las endorfinas que da el ejercicio nos harán sentir plenas, dispuestas a salir, a arreglarnos a mantenernos como un postre a ensayar nuevos cortes y peinados, a hacer de nuestro tiempo de ocio, el mejor tiempo para vernos con las y los amigos, a ir al cine, a la librería comprar un buen libro, a caminar por los Centros Comerciales, sin afán y sin la necesidad de tener que comprar, sino de disfrutar y si algo nos atrae, pues comprarlo por gusto.

No hay razón para dejar caer la vanidad que mantuvimos cuando éramos jóvenes, por el contrario, ahora es el momento para lucir, no la edad que tenemos, sino la que sentimos.

Las invito a considerar la cocina, no como el sitio de la esclavitud, sino como el centro de nuestra salud, el primer paso, que nos dará el arranque para vivir bien el resto de vida que nos queda.

No importa que digan que nos morimos de aliviadas, eso marcará ejemplo y dará la diferencia