Esto de honrar a nuestros padres a veces no se entiende y se limita normalmente a hacer lo que dictan los mandamientos, y si bien tienen que ver, ese honrar a nuestros padres tiene más de ancho y de largo y no se queda únicamente en hacer lo que nos pidieron cuando estaban en vida, sino a continuar su herencia en valores, conceptos, modo de actuar, modo de hablar y por supuesto honrarlos en lo que nos enseñaron y en lo que modelaron con el ejemplo.

Ahora que nuestra madre recién murió, mis hermanos y yo, hemos venido aplicando una serie de actitudes y de decisiones, que van más allá de la obediencia, el respeto y lo que debíamos hacer cuando estaban vivos porque nos lo habían enseñado.

Ahora que no están los estamos honrando de verdad y esto va para todos aquellos, cuyos padres ya no están y creen que llorarlos, lamentarlos, quejarnos por su ausencia, vivir de mal genio porque no están o dejar de ser felices porque se murieron mandarles a decir mil misas, visitarlos en el cementerio o tenerle un altar al lado de nuestra cama y pedirles bendiciones y milagros, es honrarlos, no creería que no es lo apropiado. Perdón, pero les cuento que están equivocados.

Con el inmenso dolor que causa su partida, los que somos padres sabemos que la felicidad nuestra es ver a nuestros hijos siempre felices, es verlos unidos, es saber que, si uno falta, ellos son capaces de seguir adelante conservando su esencia, su estirpe y practicando lo que nos enseñaron toda la vida y no dejando a un lado la felicidad y entregarnos a lamentarlos.

Bien claro lo tenemos los padres, cuando uno se muere, el muerto es uno y no queremos que los hijos se entierren con nosotros. Solo queremos que nos honren y sigan para adelante.

¿Pero que es honrar al padre y a la madre?

Si nos atenemos a la Biblia, es valorarlos, respetarlos, aceptar su autoridad, obedecerla, no decirles mentiras y cuidar de ellos, entre otros. Eso está bien y hay que hacerlo, no solo porque la biblia lo dice, sino porque se lo merecen, porque nos dieron la vida, porque conformaron la familia y porque con su educación nos formaron para ser mejores seres humanos.

Hasta ahí lo que normalmente debemos hacer por ellos, discutible para algunos, pues no todos los padres cumplen con esos deberes ni todos los hijos son así, pues algunos se descarrilan, pero eso es otra cosa, ahí cabrían causas diferentes como la falta de educación, el libre albedrío, la pobreza etc., pero en este caso, hablo de las familias estándares , de los que formaron familia, de los las que eran gallinas con pollitos, de los que educaron, de los que formaron y de los que siempre desearon que sus hijos fueran buenas personas y felices y disfrutaran de todo lo que hicieran.

A esos hay que honrarlos, no llorándolos, sino mostrándoles a diario que, gracias a su ejemplo aprendimos a ser felices, que a pesar de que no están, no reubícanos, seguimos viviendo y les mostramos que lo que hicieron por nosotros no fue en vano.

Los honramos cada vez que alcanzamos un logro, cada vez que levantamos hijos en los valores fundamentales y cuando los recordamos con Alegría.

Nuestros padres siempre nos harán falta, siempre los extrañaremos, siempre le pediremos a Dios que los tenga a su lado, porque los que tenemos fe, esperamos encontrarnos con ellos más adelante.

A nuestros padres que ya no están los llevaremos en el corazón, no en las lágrimas que derramemos por ellos.

Los honraremos siendo felices, hablando de ellos con naturalidad, guardando sus buenos recuerdos y ejecutando sus buenos ejemplos.

Siempre los amaremos con todo nuestro ser y los honraremos siendo unidos, practicando sus enseñanzas y transmitiendo a través de nuestras generaciones lo buenos que fueron, solo así, ellos podrán descansar en paz.