“No me lo esperaba” y la emoción inunda todo el cuarto o la casa o donde quiera que esté nuestro ser querido, objetivo de nuestra visita inesperada.

Lágrimas, risas, entrega de presentes, abrazos apretados, palabras hermosas, “cómo estás de bella, te veo muy bien, no has cambiado en años”, y así, todo es felicidad.

Es el cuadro que vemos, cuando al fin tomamos la decisión de ir a visitar a ese ser querido que, por desidia, pereza, obligaciones, falta de tiempo o lejanía no nos habíamos propuesto visitar. A veces la pereza, la hartera, la misma situación económica o el problema de vivir lejos no nos permite ser gratos con quienes dieron, casi hasta su vida por nosotros y nos volvemos ingratos.

No nos digamos mentiras, todos tenemos un alguien olvidado en un rincón, del cual nos acordamos, pero cerramos el pensamiento porque vive muy lejos y nos da pereza tener que ir a visitarle a escucharle sus quejas, dolores, olores, o a tener que repetirles hasta la saciedad lo mismo porque su memoria no resiste ni retiene lo que se le cuenta.

Por eso, con pereza, con lejanía, con inconvenientes y hasta con la seguridad de que no se va a acordar de nosotros, vamos a poner por obra visitarlos.


Hablemos de las nanas, o de esas trabajadoras que nos criaron,
que nos cuidaron, que nos quisieron y que ahora jubiladas, nosotras ya grandes y hasta mayores, hace años que no vemos. Averigüemos dónde están, cómo están y seamos agradecidas yendo a visitarlas. Propongámonos ir a verlas, a llevarles algo así ya no lo necesiten y verás, esa cara de felicidad y de sorpresa y las lágrimas que les rodarán a ella y a nosotras cuando nos diga que gusto verte mi niña, así tengamos 60 años.


Seamos gratas con ellas que nos dieron gusto en las comidas, nos tuvieron siempre los uniformes y la ropa lista y además nos querían y alcahuetearon miles de mañas, salidas a escondidas, novios y daños que hicimos.

¿Y qué tal caerle de sorpresa a esa tía que vivió largos años en nuestra casa porque nunca se casó y ahora estay en un asilo, bien, pero asilo al fin y al cabo y que, por no tener familia, nadie la visita? Verán en sus ojitos viejos, la emoción contenida de ese abrazo y de ese beso lleno de amor porque fuiste a verla o verlo si se trata de un tío. Recuerda con gratitud cómo te acompañó y cuidó, cómo te ayudó en tus tareas, cómo te hacía los vestidos que querías y de los cuales presumías, ir a visitarlos es un acto de gratitud sorpresiva, que jamás lo esperó, pero que siempre lo deseó.


Ya sé que ir a ver a la abuela o abuelo al refugio donde ellos viven o a su casa donde tienen a alguien que los cuida, no es exactamente el mejor plan del año,
pero si es una visita sorpresiva llena de gratitud con la mujer o con el hombre que te quiso más que a su propia vida y doblemente porque se trata de tus abuelos. Ellos, aparte de sorprenderse, agradecerán y jamás te dirán por qué no has venido. Nunca te reclamarán, solo te abrazarán y buscarán atenderte como al ser más amado de la tierra. Ellos tampoco te esperaban, pero si soñaban con verte y tenerte un ratico al lado y si de pronto les llevas a tus hijos, la alegría que ellos sentirán te dirán que valió la pena el esfuerzo y la pereza superada para ir a verlos.


Igual pasa con la mamá si todavía está viva.
Tenemos claro que apenas si nos reconoce y que hay que repetirle mil quinientas veces lo mismo, pero es la mamá y eso debería bastarnos.  Ella más que nadie, sabe que vives ocupada, que tú trabajo es importante, que lo hijos pequeños que tienes te demandan mucho y que sólo quieres descansar y no hacer visitas, ella sabe que tener esposo ya es otra obligación y por eso no espera que vayas a visitarla, pero si lo haces… ella tendrá el momento de lucidez más emocionante y esa visita así sea corta, le bastará para llenar su alma otros días más, hasta que vuelvas a verla.

Igual pasa si se trata de tu papá. Él, con mayor razón, siente la soledad y la ausencia, sabe que es un estorbo y que por eso no hay obligación en visitarlo ni lo exige, pero es tu papá y así no haya sido el padre del año, ya ha pasado el tiempo y está solo y viejo, todo hay que olvidarlo y al menos visitarlo para agradecerle que te dio la vida. Ir a verlos es un acto sorpresivo de gratitud o de caridad.


Pero es que ya no tenemos padres, ni abuelos que visitar, entonces agradece que te están cuidando desde arriba y agradéceles visitando a esos tíos olvidados, a esa vecina que ahora está sola en una casa de descanso y que tantas veces te dio la mano cuando necesitabas salir de urgencia y no tenías quien te cuidara los hijos o que cada que hacía algo rico te compartía o la que te cuidó en tus partos y te llevó a la clínica de urgencia. Ellas se sorprenderán gratamente y te agradecerán el resto de sus vidas, esa visita que les hiciste.

Gente conocida para visitar y mostrarles nuestra gratitud sorpresiva a es la que tenemos. Hagamos memoria y veremos que tenemos una lista tan grande, que ni el tiempo nos va a alcanzar para visitarlos.

Cuidemos nuestro futuro y recordemos que todo en la vida se compensa. Si tu das, mas tarde recibirás, si eres malo, con eso te pagarán, lo que siembres, será lo que recojas y las visitas que hagas como agradecimiento a quienes te dieron mucho en la vida, en tu vejez y soledad, te serán devueltas por otras personas.