¡Que no nos falten ¡
Los suspiros reflejan sentimientos, estados de ánimo, emociones, sensaciones, dolores, penas y alegrías
Los suspiros son alivio, dan respiro, dan tranquilidad, pero también se sienten que te acosan, que te duelen, que dan pena.
Y ¿por qué hablo de los suspiros? Pues porque recientemente hablando con una amiga, me contaba entre suspiro y suspiro, que estaba un poco adolorida de la cadera y seguía suspirando cuando me contaba de la cantidad de exámenes que debía hacerse, además, también suspiraba cuando yo le decía que, a nuestra edad, algo nos tenía que doler pues habíamos trajinado tanto que era hora de que el cuerpo nos las cobrara, y ¡más suspiraba mi amiga al hablarle de los años!
En fin, luego de tanto hablar y suspirar terminamos atacadas de la risa, cuando le hice notar que suspiraba mucho.
Nos reímos montones y me decía que no suspiraba por lo que le aquejaba sino porque se le ha convertido en muletilla.
Y empezamos a recordar lo bueno que era cuando en el colegio de la nada, suspirábamos y de inmediato alguien decía: ¿por quién suspiras? Y era cierto, suspirábamos porque estábamos enamoradas y el solo pensar en el amado, de inmediato exhalaba el suspiro.
Pero también hablábamos de los suspiros que hoy nos saca la vida, la situación social del país, la gobernabilidad, el precio del mercado, el alza de la gasolina, del mercado, los altos costos de los colegios y de las universidades, de la drogadicción y así mil cosas más.
Sin embargo, no nos podemos quedar suspirando, porque de ahí a ser quejumbrosas hay un paso. Ser grandes es ya suficiente motivo para estar pensando, así como padecer dolencias a nuestra edad, es también natural y más las que estamos en esta década de los sesenta que nos tocó bailar el yeye, el gogo, el rock and roll, la despeinada, la gallinita Josefina, qué le pasa a Lupita y más, que exigían contorsionarnos de verdad, con movimiento de cadera, hombros, manos y piernas, era un total revolcadero del cuerpo y ahora, claro, las estamos pagando.
¿Qué tal la caída de la hoja? ¡Dios mío cómo éramos de flexibles! y, por supuesto, hoy estamos crujientes, cada vez que queremos desentiesarnos, nos suena todo, no por viejas, sino porque estamos tostadas de tanto que le exigimos a este cuerpecito cuando teníamos los 20 años.
Pero no es para lamentarnos. Piensen cómo les va a doler a la juventud de hoy todo el cuerpo después de bailar reguetón, eso los puede consolar.
Y somos tan descarados, que aún hoy, estando en una fiesta, llega la hora loca y suena a gallinita y la despeinada jajaja, la bomba, somos los gorilas y otras tantas canciones, que nos paramos a bailar como quinceañeras. Ahí nos tienen al otro día, con los suspiros y ayayayes; así y todo, no importa, decimos, la pasamos bueno.
Así pues, mis queridos amigos todos, mis lectores favoritos, sigamos suspirando, pero por algo bueno. Suspiremos al acordarnos de los nietos que hace días no vemos, suspiremos por el olvido que seremos, suspiremos por el amor que tenemos al lado, suspiremos porque estamos vivas, porque tenemos remedio, porque todavía damos palo y porque cuando llegue la muerte, podamos decir como una amiga me dice que dirá: «Gracias Dios, llévame tranquila que la pasé bien” y así exhalará el último suspiro.
«Un suspiro que lleva consigo todo el amor del mundo.»