Para ella, que solo sé amarla

Este tema guardado, no lo había querido tratar públicamente, porque no lo entendía, ni tenía el suficiente valor para escribirlo, pero hoy por fin y con dedicatoria para mi hija, se los voy a exponer porque estoy segura que, como yo, muchos de ustedes tienen este guardado.

Les voy a hablar de este sentimiento mío y del dolor que manejo y que voy a contarlo como catarsis para entender lo que es tan difícil de entender.

Hace como 37 años, una situación intensa de dolor por una pérdida personal y recién tuve mi tercer hijo, me salió de la nada un cáncer de tiroides que fue tratado a tiempo, pero que sus secuelas aun persisten y dejaron huella grande en mi organismo, pero que por fortuna, y gracias a un buen médico internista y endocrinólogo  he podido mantenerme con buena salud, así tenga que tomarme desde esa época, 20 medicamentos diarios, tener 3 enfermedades autoinmunes y visitarlo cada cuatro o seis meses, dependiendo de…o porque cualquier alteración en mi estado de ánimo o  el estrés normal, me bajan las defensas.

Esto es el resumen, pero sobra decir que, a lo largo de estos años, siendo cuidadosa y juiciosa, con el tratamiento, no todo ha sido color de rosa.

Quienes me conocen saben que no soy de quejarme, que así me esté muriendo jamás borro mi sonrisa, que me sobrepongo con facilidad a cualquier dolencia y que me muestro tan fuete, que seguro ustedes, estarán sorprendidos de lo que aquí cuento.

Mis amigos y familia dicen que soy fuerte, valiente, aguerrida, luchadora y sí, tienen razón, pero también me decaigo, me deprimo, me dan calambres, me aparecen dolores de la nada, se me descompone el genio, subo de peso si la dosis del medicamento no es la adecuada o, por el contrario, bajo de peso con facilidad cuando menos lo pienso. Vivo controlada por los médicos y como decía mi papá, vivo empujada por los medicamentos.

Pero eso no me hecho quejumbrosa, son tantas las ganas de vivir y por quien hacerlo que nada me tumba, creería que Dios va a tener que matarme a la traición, porque si es por mí, quisiera ser eterna así y con todo lo que tengo.

Pero lo que nunca hubiera querido y es esta mi pena, mi carga y mi sentimiento de culpa, que esto mismo le haya sucedido a una de mis hijas, en iguales proporciones y hasta mas y el saber que ella pasa por este calvario de no saber por qué le pasan tantas cosas, despierta en mí una revolución de sentimientos.

Me causa sentimiento de pena, por mí y por ella, porque cuando no está bien, solo quisiera estar a su lado, abrazándola todo el día y contemplándola, hasta que se le pase lo que tiene o los médicos le adivinen las dosis de los medicamentos.

También manejo sentimientos de admiración, por ella, igual que como hacen conmigo, por la fortaleza con la que es capaz de enfrentar su enfermedad, sacudirse las lagrimas y seguir como si no tuviera nada, porque la vida es para adelante y hay que vivirla bien.

Ella, como yo, no necesita sino amor en los malos ratos y quien la sostenga cuando cree que ya no puede mas por el cansancio que da, visitar médicos, tomar medicamentos, hacerse exámenes y encontrarse, conque no se sabe de dónde salen las enfermedades y peor aún no determinar a ciencia cierta qué es lo que tiene.

Pero a veces, lo que mas se aparece es el sentimiento de culpa. Jamás lo había verbalizado porque me daba miedo enfrentarlo. Jamás le dije a nadie que yo manejaba ese sentimiento porque me dolía, pero en estos días conversando con mi esposo lo dije y agregué: por qué será que, a los hijos, uno no les pasa sino lo malo. Mas me valiera. Mi esposo que es un caballero, de inmediato me paró en seco y me confrontó.

Me dio una sacudida tal, que por eso les escribo, porque si hay alguien de ustedes que maneja ese sentimiento, aquí les traigo una reflexión.

Léase bien lo que me dijo: “NINGUNA DECISION PROPIA PUEDE HACERME SENTIR CULPABLE, PORQUE LO QUE HICE DÁNDOLE LA VIDA, FUE UN ACTO DE PROFUNDO AMOR Y NO PUEDE CATALOGARSE COMO SENTIMIENTO DE CULPA”.

Y Ahora que lo analizo bien, es cierto. Yo sé que no es mi culpa porque no hay una razón y, porque la relación causa efecto no existe.

Ninguna decisión mía me puede hacer sentir culpable por que le transmití una enfermedad, a un hijo o a un nieto, porque no fue mi decisión, porque nunca quise eso y yo tampoco tenía esta enfermedad.

Lo que hicimos fue un acto de amor profundo que no puede convertirse en un sentimiento de culpa, es solo amor y eso es lo que debemos sentir por ellos

Tener un Cáncer de tiroides, fue una acción del azar y debemos entender y aprender a manejar las herencias genéticas, llámense, condiciones, enfermedades, deficiencias o lo que sea y asimilarlo sin caer en la culpa.

Debemos saber y creerlo, además, que todo lo que hacemos por los hijos y nietos jamás fue a propósito, fue un acto de amor y no puede convertirse en una tragedia sino en más amor.