Todavía con mi corazón y mi alma arrugados, quiero escribirles para desahogar un poco la falta de mi madre quien este jueves pasado se nos fue intempestivamente, cuando menos lo esperábamos y murió en paz y tal como se lo había pedido siempre a Dios: de día y sin darse cuenta.

Y es que para uno morirse no necesita estar enfermo, solo estar vivo y sentado en su sillón favorito viendo un partido de futbol femenino y rezando para que no le hicieran más goles al equipo de Colombia

Mi madre, como todas las madres de ustedes, fue una gran mujer, nos deja un profundo vacío, pero también agradecidas con Dios por prestárnosla hasta sus 95 años recién cumplido.

Y es que hablar de mi madre es hablar de amor, de solidaridad, de bondad, de justicia y de consideración, virtudes que practicó y nos enseñó.

El amor, lo tenía para todos y quienes la conocieron, pueden dar fe de ello. Tenía tanto amor que repartía y compartía sin reparar en nada ni en nadie

La solidaridad fue otra de sus grandes virtudes, quien la necesitara nunca salía con las manos vacías o al menos con el consuelo que requería porque ella se lo daba.

Fue bondadosa como la que más, No permitía una mala expresión o una mala opinión para referirse a cualquier persona. Siempre encontraba lo bueno de la gente y veía en ellas lo que les hacía lucir.

Fue una mujer justa en todas sus decisiones, escuchaba con atención y no juzgaba, simplemente aconsejaba a sugería para que todos viviéramos en paz.

Y en cuanto a la consideración, esa era la virtud que más les gustaba. Solía ponerse en los zapatos de los demás y por ello compartía con las personas sus penas y también sus alegrías, era oportuna en el servicio, en el amor que daba y en lo que hacía.

La señorita doña Filia, como solían decirle sus alumnas, fue una gran formadora de niñas en Girardota, ella fue una verdadera maestra, enseñaba y modelaba con el ejemplo, no en vano, cuando salíamos con ella, era difícil caminar dos pasos seguidos sin que antes la saludaran sus alumnas, ya mayores, pero siempre agradecidas.

Mi madre fue una mujer inteligente que supo escoger el mejor esposo y el mejor padre para nosotros, por ello, conformaron un hogar en donde los valores, el amor a Dios y la paz siempre reinaron. Sus siete hijos nos amamos profundamente, somos amigos y hermanos y compartimos todo, antes, alrededor de ellos dos y hoy, seguramente no seremos inferiores a sus enseñanzas y honraremos esa educación tan maravillosa que nos dieron y nos mantendremos unidos más que nunca, con la extensión familiar de los nietos, bisnietos las nueras y yernos. Seguiremos siendo la familia que conformaron, la que nos enseñaron y la que siempre quisieron.

Ahora Juntos, ellos dos, solo nos resta agradecerle a Dios, por habernos permitido estar con ella y con él por tanto tiempo.

Gracias por recibir este desahogo