El tema de hoy en todas partes es el huracán IAN. ¿Quién no tiene un familiar, amigo o pariente en Estados Unidos? Todos andamos preocupados averiguando con quien se pueda, cómo va la situación, que ha pasado, si sufrieron con el coletazo, si se cayeron los árboles del jardín, si la casa sigue en pie, si a ellos les pasó algo, y así mil cosas por el estilo.

Nos la pasamos estos días orando para que el huracán pase y no deje muchos daños, aunque ya sabemos por los noticieros que, los damnificados son miles y quizás ahí, haya alguien conocido al que debamos ayudarle.

Y seguimos orando para que pronto salga el sol, para que, si hubo daños, no sean muy grandes, para que las inundaciones no hayan sido catastróficas, para que cosas de la casa sigan intactas, para que a los nuestros nada les haya pasado y para que los seguros paguen a tiempo el desastre si lo hubo.

Y seguimos llamando a nuestros amigos y familiares para estar seguros de que están bien y que, aunque ya hoy viernes, dejó el estado de la Florida y a Miami y a Tampa y a Sarasota, a Fort Mayer y cape Coral, el sol salga de nuevo y les permita evaluar la situación, llorar, los daños, limpiarse los ojos y cual ave fénix, decidan arrancar de nuevo, sin quejarse, sino pensando que todo será para mejor y que siguen vivos.

Y así es la vida, para muchos. Los huracanes no son solo en septiembre, los viven a diario. Para otros, los huracanes nos llegan esporádicamente y quizás a algunos más afortunados no sientan todavía ese embate de los malos vientos, las grandes lluvias y los desastres familiares.

Cuando en nuestra vida se presenta un huracán, llámese, quiebra económica, separaciones, pérdidas de familiares, partida de buenos amigos o la muerte implacable que se lleva quienes más queremos, podamos ser capaces de dejarlo pasar, que podamos guarecernos todos juntos unidos, buscando sobrevivir y despertar al otro día con un nuevo amanecer,

Quienes saben que viene un huracán, saben también protegerse, al menos buscan la manera de que su vida no se la lleve el viento o el agua. Buscan en sus casas el sitio más seguro, de material más fino, normalmente un baño o un vestier o un closet, y allí guardan el agua, las pilas, las linternas, los enlatados, los medicamentos, sillas pequeñas, frazadas y reunidos todos en ese sitio, solo oran y se abrazan hasta que la calma llegue

Igual es en nuestras vidas cuando los huracanes de los hijos nos sacuden, cuando la noticia de una enfermedad catastrófica nos agobia, cuando una quiebra económica llega inesperadamente porque teníamos puestos los huevos en la misma canasta, cuando la muerte que no distingue se lleva a quien más queremos. Así mismo debemos aprender a mantenernos unidos, a abrazarnos, a apoyarnos a ser capaces, juntos, de sacar la cabeza y decir, estamos vivos, tenemos salud, vamos para adelante.

Hay Huracanes en nuestras vidas más fuertes que otros, pero son huracanes que nos sacan de la zona de confort, nos sacuden como veletas, nos aporrean contra las rocas, nos hacen llorar hasta inundarnos, pero debemos sacudirnos del primer impacto, no dejarnos matar y buscar entre los nuestros, ese cuarto donde meternos juntos para salvarnos y poder seguir adelante.

Eso es aprender a renacer de las cenizas, a aprender que nada es más importante que la vida, a que lo material, es eso, material y que el amor y la unión familiar deben reinar siempre

Debemos ser como el ave Fénix, esa Ave fabulosa, semejante a un águila, que según los antiguos era única en su especie, perecía quemándose y renacía de sus propias cenizas.

Juntos seremos capaces de flotar, de nadar, de salir adelante. No habrá huracán capaz de destruirnos y como el ave Fénix, resucitaremos desde nuestras cenizas.

Seamos optimistas, pensemos en positivo, no nos adelantemos a los acontecimientos, vivamos el hoy y dejemos atrás lo que hace daño, aprendamos a soltar y a volar de nuevo como nuestra ave ejemplo.