¡Claro que existe!

Aparece cuando nadie lo espera.

Es claro, conciso, preciso, no tiene dudas, es el de verdad, no le teme a nada, está en su punto, sabe lo que quiere y a quien quiere, le importa un pito el qué dirán, es decidido, no se toma mucho tiempo, está pensado, va al grano, se mueve lento pero seguro, todo lo tiene listo, no necesita, sino que le digan que sí.

El amor maduro es tajante, no gaguea en pequeñeces, ama incondicionalmente, se entrega completico y todo le sabe bonito.

Al amor maduro no le interesa el dinero, normalmente está seguro y en piedra y compartirlo le fascina, lo disfruta. Este amor maduro es generoso, dadivoso e incondicional, cede con facilidad y no le teme a nada.

Cuando el amor se presenta después de los 60 años o más, es así como se los describí. No maneja dudas, y quiere vivir mas años para poder gozárselo.

Cuando después de que la vida te ha dado de todo menos el amor del bueno y este llega cuando ya estás madurita o madurito y las expectativas ya no se basan en tener hijos, sino en formar un hogar para disfrutar juntos lo que les resta de vida, tener una pareja para acompañarse, viajar juntos, conocer nuevas culturas, ir al teatro, leer en compañía, tomarse un café, gozar con los amigos, es así de generoso.

Muchos de ustedes me dirán que el amor maduro, da pereza, que ya no sirve para nada, que es baboso, que la miel se acabó, que dura poco porque las enfermedades aparecen, que tiene un pie en el cementerio y que, además, ya tiene hijos y son un problema, que la herencia es un lío y si es viudo es peor ¡hay que cargar con nietos e hijos y ni qué decir de los achaques!

Pues bien, como ustedes, yo también tenía mis dudas. Era de las que pensaban qué hartera tener que cargar con un vejestorio, pues otra vez a cambiar pañales y así mil cosas por el estilo. Pero, estoy viviendo de cerca todo el proceso de un amor maduro, no personalmente, pero sí de una hermana.

A los 15.330 días, después de conocerse y de haber sido su primer amor se volvieron a encontrar, ya pasaditos de los 60 años, libres los dos, sin hijos, sin compromisos y fue flechazo de una. Fue como si se vieran por primera vez, comenzaron de cero, resucitaron algunos de sus recuerdos y volvieron a ser novios, sí tal cual, ¡novios!

No necesitaron presentar las familias porque ya se conocían, solo reunirlas para reconocerse, para mirarse nuevamente como habían crecido y para disfrutar y reírse de las vueltas de la vida.

Ya no tenían mucho que pensar, salvo desatrasarse de lo que había sido la vida de cada uno en los 42 años que dejaron de verse, porque ellos, vivieron en distintos países, se educaron en diferentes universidades, tuvieron sus amores, pero se encontraron solteros nuevamente y decidieron, que, si el destino los había vuelto a juntar después de tantos ires y venires, era hora de organizarse y así lo hicieron.

Se casaron civilmente, juntaron sus pertenecías y ahora están felices y plenos como dicen.

Pero más felices y gozones estuvimos las dos familias. Imagínense ustedes, preparar un matrimonio para personas de esta edad, los sobrinos jamás pensaron que les tocaría el matrimonio de un tío o tía. Imagínense, lo que fue la pedida de mano a una madre de 94 años y otra de 99 años. Calculen ustedes, a quienes nombrarían de padrinos y las razones que tuvieron para elegirlos. Pero hubo de todo, hasta despedidas de solteros, él, con sus cuñados, hermano y amigos y ella con sus hermanas, cuñadas y las amigas. Solo risas y felicidad así fueron estos preparativos.

Planear una boda de personas maduras, ya no tiene tanta parafernalia. Todo es sencillamente hermoso y se hace más énfasis en disfrutar la ceremonia, la fiesta, las despedidas, que en gastarse el dinero en adornos y embellecimientos.

Pero mas allá de lo terrenal, fueron las múltiples reflexiones que hicimos alrededor de este matrimonio. Cuando una pareja cumple 60 años de matrimonio, todo es admiración, igual que cuando esta pareja de más de 60 años comete matrimonio, también es de admirar porque tuvieron la entereza y el coraje para saber que esta boda es para el resto de la vida.

No es fácil decidir la convivencia después de tantos años de ser independientes, de tomar decisiones solos, de tener negocios cada uno, de tener sus propias viviendas, pero para esta pareja no fue difícil, porque como les dije, a estas alturas de la vida, el amor es generoso, el amor sabe compartir, el amor no se fija en materialidades, por el contrario, todo se unió en uno solo y sin reticencias todo fluyó.

No es lo mismo un matrimonio que apenas va a formar un hogar, que piensa en hijos, en comprar casa o apartamento, en tener carro, en ahorrar para el estudio de los niños que vayan a tener, etc. El amor maduro solo piensa en quererse, en acompañarse, en hacer todo juntos, en estar en donde deben estar, en compartir los mejores momentos, en ayudarse cada uno cuando la salud les falte, cuando la enfermedad los aqueje, cuando las penas lleguen y obviamente, en ayudar, en compartir y en vivir cada instante con mayor intensidad.

El amor maduro piensa en ayudar, en sacarle provecho a la vida, en disfrutar el día, en seguir haciendo su vida, pero juntos, en conversar animadamente y en mirar la vida desde otra perspectiva más tranquila, más serena, sin afanes, sin los compromisos obligados, es hacer, a su tiempo, a su ritmo y con felicidad.

Seguramente hay amores maduros que siguen pintones o biches porque no aprendieron a crecer juntos, pero del que les hablo hoy es el mejor, es el que vi y viví y por eso lo quise compartir.