Esta expresión, la he escuchado mucho en los últimos días, por cuenta de maravillosos encuentros que hemos tenidos mis grupos de amigos y yo: «como era de bueno cuando hablábamos de corrido”, eso, porque cuando queremos decir algo, se nos olvida la palabra clave y hasta ahí llegó el cuento.

Vienen la risas, la ayuda de todos para buscar sinónimos, o palabras parecidas para poder terminar el cuento, pero siempre terminamos diciendo, bueno, no importa, sigue que ahora te acuerdas y al cabo de una hora, cuando estamos en silencio, se oye un grito y es la dueña del cuento que al fin de acordó de la palabreja y la grita, para que todas la escuchemos y la risa vuelve.

Y sí, eso da mucha risa, y a veces también rabia por quedamos pegados de una palabra y nuestro cerebro no ayuda, y seguimos cavilando y cavilando, y pasan varios días, hasta que nos acordarnos de la bendita palabra y la decimos y la repetimos varias veces y también llamamos a quien le estábamos hablando del tema, para decirle, al fin me acordé.

Igual nos pasa a las parejas, vamos conversando y de pronto, uno de los dos pregunta: ¿cómo es que se llama el esposo de fulanita? y tu compañero te mira con ojos de …” ay lo tengo en la punta de la lengua, pero no me acuerdo” y seguimos conversando y al cabo de la quinientas, se voltea y dice, el apellido es tal, pero no me acuerdo del nombre y le sigue trabajando al nombre, hasta que al fin se le ilumina la mente y dice el nombre con apellido completo.

A todos nos pasa, estamos de afán, o dando un mensaje y obvio, la palabra clave del mensaje o al quién, o el cómo se nos olvidó.

Vamos a llamar a uno de nuestros hijos y decimos el nombre de todos y hasta de nuestros hermanos, para terminar, diciendo: “ve tú hijo, si, tú, te necesito”

Y que tal cuando vamos para un lugar de la casa, llegamos y nos preguntamos: ¿a qué era que venía? Y nos tenemos que devolver, hacer composición de lugar y al fin recordar a qué era que íbamos.

Y así sucesivamente, cada día, a medida que vamos creciendo en edad, los nombres los generalizamos: “Ve vos, tráeme tal cosa”, a los objetos con nombres, los cosificamos “tráeme esa cosa que hay allá” y a quien le pedimos el favor se queda lelo esperando que le digamos cuál de las mil cosas que hay en la casa hay que traer, y dónde queda allá, porque no podemos desatar claramente lo que queremos.

Igual les pasa a los señores, solo que ellos no mandan, ni piden, sino que se paran y lo cogen, pero cuando piden, dicen tráeme por favor, ese libro de color morado que está en la biblioteca y nosotras como locas, buscamos el libro morado y nada y volvemos a preguntarle el autor, o el nombre del libro y al final descubrimos que no era azul y que el autor es diferente al que nos dijo.

Eso pasa en la vida real, crecemos y es como si la memoria nos quisiera hacer una mala pasada y nos obligara a repensar, a caminar y a devolvernos para poder acordarnos, o para desistir de contar la historia, por falta de memoria.

Todo lo anterior, nos causa risa y lo contamos como anécdota y es tema obligado en reuniones de amigos, pero a veces también nos preocupamos y empezamos entonces a pensar; ¿será que me va a dar Alzheimer?, ¿será que ya empecé a perder la memoria?, ay, Dios, ¿me estaré enloqueciendo? Y empezamos a decirnos también, pero si estoy muy joven apenas estoy de 65 o de 68 o de 70, ¿qué será lo que me pasa? Y tomamos la decisión de visitar al medico y si no lo hacemos comenzamos a buscar en Google o a hablar con los amigos y entre todos nos damos tranquilidad y seguimos la vida.

Memoria, olvido y envejecimiento

¿Esa es la pregunta que nos hacemos, ¿perdí la memoria? ¿Será olvido? ¿O es que estoy vieja?

Pueden ser mil cosas más, pero como no soy médica, y aunque solo hablo desde mi experiencia, si he averiguado algo porque soy de las olvidadizas y hasta elevada, porque soy de las que guardan el celular en la nevera y pierden un rato buscándolo.

Para tranquilidad de algunos, encontré que, “Muchas personas mayores se preocupan por su memoria y otras habilidades del pensamiento. Por ejemplo, es posible que les preocupe tomar más tiempo que antes para aprender cosas nuevas o, a veces, pueden olvidarse de pagar una factura. Estos cambios suelen ser señales de olvido leve, a menudo una parte normal del envejecimiento, y no de problemas graves de memoria”.

Pero uno sigue preguntándose, si eso es normal, pero la verdad, los problemas graves de memoria son aquellos que nos dejan perdidos, confundidos, que no nos permiten hacer lo que hacemos a diario porque lo olvidamos, porque no recordamos el pasado cercano y se nos dificulta el lejano, es cuando preguntamos mil veces la misma cosa, y normalmente ocurre cuando la edad es muy avanzada, o sea que es problema de envejecimiento.

Pero lo que tenemos ahora son olvidos propios de la edad, pero no nos debemos descuidar ni confiar y para ello, los médicos recomiendan ejercicios y terapias que mantienen alerta nuestro cerebro, y despiertan las neuronas para que no vayamos cayendo en el olvido.

Suena trivial, pero leer, hacer crucigramas, hacer ejercicio diario, caminar, conversar, reunirse con los amigos y más, son buenas alimentadoras de la memoria.

No pretendo con este escrito darles una clase de qué hacer o decirles que tienen buena o mala memoria, cada uno de ustedes sabe cómo está en ese tema, solo quería pasar por aquí para decirles que, por ahora, es normalito que se nos olviden cosas, que trabemos los nombres de los hijos, que cosifiquemos el lenguaje y hasta que nos perdamos yendo para la sala de casa.

Lo que pretendo es que riéndonos juntos y mirando, que a casi todos nos pasa lo mismo, no echemos en el olvido pasar por donde el médico si eso nos está pasando y él y solo él sabrá decirnos que hacer,

Por ahora sigamos riéndonos de nuestros pequeños olvidos, para no olvidar lo que tenemos que hacer y decir y, sobre todo, para no convertirnos en el olvido que seremos mas adelante.