No es mi la frase, es de un amigo, Alberto Morales, gran escritor y publicista entre otros, que cuando cumplió sus setenta años de edad, sentenció que se estaba volviendo más filósofo, que pensaba más y mejor y esa frase la acuñó mi esposo, cuando le estábamos celebrando sus 70 años, el fin de semana pasado, para poder agradecer a sus amigos y llevarles de paso, un mensaje, que por lo profundo, quise traérselos hoy a ustedes.

El mensaje que Orlando Prada nos dedicó en su cumpleaños, tiene que ver mucho con lo que es su vida y cómo es él.

“UNA NOTA SOBRE LA FELICIDAD
¿Qué buscamos más que a la FELICIDAD? Ella es como una “loca suelta”, nos grita, nos asusta, se burla de nosotros, la perseguimos para atraparla, es huidiza y furtiva. En medio de nuestra cordura emocional no quisiéramos cosa distinta, como propósito de vida, que mantenernos en “la búsqueda de la felicidad”.

“La felicidad es como los lentes… los buscas y no te has dado cuenta que los llevas puestos”. Esto nos puede ayudar a entender la felicidad, como algo que está dentro de nosotros y que podemos vivirla desde nuestro interior, y al estar allí, nuestro esfuerzo debe orientarse a construirla y hacerla brotar, y no salir a su caza.

Es con esa concepción que ser felices podría lograrse más fácilmente disfrutando día a día todo lo que hacemos, desarrollando una auténtica vocación de servicio y ayuda a otros; aumentando nuestro contacto con personas que contagien felicidad; evitando o capoteando con decencia individuos o ambientes tóxicos; distanciándonos al máximo de la competencia malsana; rechazando la deshonestidad o falsedad; adoptando el respeto como la esencia del relacionamiento; descubriendo oportunidades en las dificultades; desarrollando nuestra capacidad de sobreponernos a fracasos y pérdidas lamentables; escogiendo opciones basados en un propósito y no en la gratificación inmediata, la tentación o el impulso.

La felicidad es un manantial interior que brotará del ejercicio de nuestro equipamiento de vida, o sea, todo aquello que logremos construir y apropiar en nuestro ser con la firme intención de avanzar hacia una mejor versión de nosotros mismos.

Esta disertación sobre la felicidad, siempre ha sido tema de conversación cuando hay reunión de amigos pensantes y ahora que estamos mas maduros, ya jubilosos y con mas experiencia encima, uno se siente pleno, si se preparó para ello y si en la vida sembró para poder recoger.

Por ello la idea es que, desde ya edad y sin importar la edad vayamos trabajando en nosotros mismos, inculquemos a nuestros hijos jóvenes y a los nietos la importancia de ser felices y de hacerles ver que la felicidad no se busca, sino que se trabaja porque está en uno mismo, que si bien hay felicidad que puede provenir de otros, es en nosotros en donde está mantenerla.

Bien vale la pena sugerirles que, desde ya, enseñen a sus hijos, una frase que se convierta en una impronta vida y que de tanto decírselas y repetírselas, se asuma como parte de su ser y termine haciéndolos felices.

Y como dice mi esposo, los padres somos arquitectos y constructores de nuestros hijos, tenemos la responsabilidad de moldear en ellos muy buena parte de lo que, con su propia personalidad, habilidades y dones, podrán ser y hacer en y con sus vidas.

Nuestra contribución diaria, consciente o inconscientemente, con nuestras palabras y hechos, en los breves o largos momentos que compartimos con ellos, y en las distintas circunstancias que vivamos juntos, es la de tallar en esas maleables esencias lo que será su concepto de la felicidad, la manera en que responderán a eventos afortunados o desafortunados y su capacidad de resiliencia.

Una impronta muy especial de vida que dejamos como herencia a nuestros hijos, la logramos construir con una práctica muy sencilla, sincera y constante, en cualquier ocasión de despedida, al salir para el colegio, al ir a reunirse con amigos, al terminar una llamada o mensaje telefónico, nuestra frase final siempre ha sido: “Disfruta todo lo que hagas, por elemental o complejo que sea”.

Mucha es la satisfacción que hemos obtenido, comprobando que ese mensaje lo lograron incorporar a su cargamento de emociones y comportamientos, han logrado entender la felicidad como algo que se vive y no como algo que se busca, han vivido pequeñas y grandes experiencias con pasión y mucho disfrute, han logrado superar situaciones adversas comprendiendo que la actitud en esos momentos podría determinar, para bien o para mal, lo que de allí se desprendiera, y optar por asumir que si bien no pueden controlar todo lo que les sucede, si pueden decidir no dejarse angustiar y reducir por ello.

Los padres somos fabricantes de improntas de vida en nuestros amados hijos, esa valiosa misión nos obliga a desprendernos de egoísmos personales, de innecesarios orgullos y de excesos de preocupación por nosotros mismos, y nos debe inspirar y alentar como maestros de excelencia en el arte de hacer de cada niño, de cada joven, la obra más maravillosa de nuestras existencias, la huella imperecedera de una historia familiar.

Inténtenlo