Cuando caminaba en mi ejercicio diario, escuché un discurso de Joan Manuel Serrat que amablemente me envió una amiga muy querida, me surgió la idea de escribir sobre lo que las canciones hacen en nosotros cuando les dedicamos un rato a escucharlas.

Ese discurso lo dio Joan Manuel en la Universidad de Costa rica, cuando le otorgaron un título de doctor, por su aporte a la música con sentido, bien escrita y sobre todo con un mensaje siempre actual pero eterno y aunque el reconocimiento era para él, dijo en su intervención que, con él, estaban reconociendo a un colectivo de mujeres y hombres que cantan y escriben canciones porque con su trabajo enseñan a quienes los siguen.

Y en ese mensaje dado en esa ocasión, habló de dos temas que son su fuerte: sus composiciones y los mensajes que conllevan cuando hablan del amor, del desamor, de lo posible, de lo imposible y de las que hablan de lo que es la patria, pero hoy, voy a referirme a esa parte de lo que es la música y en especial a las canciones, no solo las de él, sino en general.

Decía Serrat que, con sus canciones “se expresa y se comunica con los demás” y tiene razón porque son mensajes de todas las formas y temas, que nos llegan al alma, porque quienes las hacen, escriben sobre los que les pasa, porque miran a su alrededor y saben lo que está sucediendo y por ello, todas las canciones, de alguna u otra manera, nos tocan, nos llegan sobre todo cuando hay dolores, penas, ausencias o felicidad.

Dice el refrán “que cantando el mal se espanta” y es verdad, porque, según Serrat, “se conjuran los demonios y los sueños se convierten en realidades, cantando se comparte lo que amas y te enfrentas a lo que incomoda”, aparte de ser una hermosa frase, es una verdad de a puño. Nada mejor que cantar cuando estamos viviendo cualquier situación en la vida, sea de dicha, de nostalgia, de dolor, de felicidad o de protesta.

Nada es más agradable que ver una persona cantando a todo pulmón o susurrando y que cante, aunque no cante, solo por el prurito de sentirse libre de hacerlo y de expresar con las canciones lo que siente.

Las canciones viven en la memoria de la gente, dice Serrat y es muy cierto, puede uno estar sentado trabajando con la música en tono bajo, pero suena, la que te mueve el piso y le subes el volumen y si estás trabajando virtual la cantas y hasta las bailas. Eso es la música y con ella las canciones, te hacen vibrar, así seas insensible, te hace recordar, te llevan y si se lo permites, te eleva y te mueve esos recuerdos que creíste olvidados

Las canciones viajan y nos transportan a tiempos y lugares donde algún día fuimos felices y también cuando no lo fuimos, cuando uno tiene una tusa bien grande, todas las canciones le salen, para bien o para mal, pero Serrat se refiere a ese transporte bonito, al del recuerdo de lo vivido cuando éramos jóvenes, cuando éramos niños, cuando nos enamoramos la primera vez, cuando no había guerra, cuando los políticos no eran corruptos, cuando tuvimos que dejar ir a quienes amábamos.  Esas canciones que transportan son de las buenas para cantarlas en fiestas, en reuniones de amigos y también solos.

 

Algunas canciones son personales e intransferibles, y son aquellas que pícaramente se convierten en nuestro secreto o en nuestro más profundos deseo, en nuestros imposibles o en lo que pudo haber sido y no fue, en lo que fue y no funcionó o en lo que queremos que sea. Esas canciones, las guardamos para cuando estamos solos, para cuando podamos escucharlas en el silencio y transportarnos a ese deseo.

Todo momento tiene una banda sonora y todos tenemos nuestra canción que llega al alma, que amamos tanto como a nosotros mismos. Nada mejor que nuestra propia canción y si es compartida con quien amamos es aún más bonita y llega a tocar todas las fibras de nuestro ser.

Y si bien Serrat es un hombre profundo en sus mensajes, también hay artistas que, aunque no manejan esa profundidad, saben llegar con su mensaje musical, porque cuando las escriben o se las escriben, quien lo hace miró para los lados y entendió el entorno.

Cuando los artistas componen canciones, lo hacen, no solo para triunfar sino para llegar al alma o al gusto de quien las escucha.

Y no nos digamos mentiras, esa música popular o de despecho que tan de moda esta hoy en día, nos arranca a cantar a todo tono, así no estemos despechados, porque no hay nada mejor que el despecho, cuando uno no lo tiene.

Y qué decir de los boleros, no hay nada más romántico y ensoñador que escuchar a unos Panchos o a quienes fueron y siguen siendo los reyes del bolero. Los boleros enamoran, te llevan a soñar, te hacen imaginar y también te invitan a llorar por los recuerdos que nos traen.

No hay mala canción ni música, eso va en los gustos, por eso, vivamos la música cantada, disfrutémosla en cualquier momento y lugar, cuando uno canta, así se oiga mal, siente un aire liberador porque estamos cantando la que nos gusta, la que tiene ritmo, la que nos recuerda, la que nos hace llorar o la que simplemente nos hace felices.

No importa si estamos solos o acompañados, la música es para disfrutarla. No importa si estamos en el oficio diario, en el trabajo silencioso, en buena compañía o en soledad, no importa si es música de plancha, o rock o de los sesenta, aprendamos a desbocarnos con las canciones, vamos a darnos el gusto de saborear las canciones, disfrutemos de ese ratico de tres minutos que duran, para desfogar nuestra energía de sentimiento apretados.