¿Cierto que se parece a una canción que hay por ahí?… esa que dice ay dolores, dolores, dolores… pero no, de eso no les voy a hablar. Son otros dolores, que no son penas tampoco, pero pueden convertirse en tales.
Leía recientemente una columna de Dani Hoyos, mas conocido como Suso “el paspi”, en donde contaba que había llegado a los cuarenta años y que se le notaban. Decía que ya se le veían algunas canas y que trasnochar, beber como antes, salir de farra a discotecas, ya no era el mismo de antes, de antes de los 40. Ahora, decía, burlándose de él mismo, que hasta los dolores le estaban saliendo. Me gustó su columna y me reía para mis adentros, pensado que iría escribir cuando cumpliera los 60s o los 70s. ¡Imagínense!
Y se me ocurrió que para cuando cumpla esas edades, la quejumbre será infinita, porque si no se cuidó durante los primeros cuarenta años iniciales, los que se le viene encima si serán dolorosos.
Cuando se está joven, uno no piensa en el futuro de nuestra salud. Ni por la mente se nos pasa pensar que en los 70s podemos tener dolores causados por lo que hicimos durante los primeros cuarenta. Jamás imaginamos que cuando estemos viejos, la vida nos va a cobrar el descuido que tuvimos por la salud o el exceso que le dimos a nuestro cuerpo en todos los sentidos, físico, mental y demás.
Puede que nuestros padres nos hayan dicho: “mi amor, no exageres con tanto ejercicio físico que esa columna te va a doler más tarde. O esta otra sentencia: levántate y has ejercicio, fortalece tus músculos, cuida esa columna y rodillas ahora que estas joven… “, pero no, nadie experimenta por cabeza ajena e hicimos caso omiso.
Igual nos pasaba con el trabajo, nos entregábamos tanto y de tal manera, que la noche y el día eran lo mismo, ni tiempo sacábamos para comer porque teníamos mucho que hacer y de pronto no nos daban el ascenso que queríamos.
También por nuestras carreras, omitíamos el desayuno y nuestras mamás nos perseguían con el jugo o el sanduche, o nos lo empacaban para llevar y ni así lo comíamos, porque íbamos tarde, cuando habíamos llegado casi al amanecer.
Trabajábamos tanto y nos parecía tan bueno, que la salud la descuidamos por completo, porque si resultaba algún dolor, el compañero te recetaba cualquier energizante, o pastilla de venta libre y con eso salíamos al paso.
Pobre cuerpo, si hubiéramos sabido.
Tampoco teníamos tiempo para cuidarnos. Si nos enfermábamos, nos aplicábamos cualquier inyección, o tomábamos algo que nos mejorara, pero no faltábamos a las juntas ni a las reuniones, así nos muriéramos después.
Si nos hospitalizaban, cuando nos daban de alta, salíamos volados para el trabajo y si nos iban a dar incapacidad, pedíamos que no fueran muchos días. Así éramos, estábamos jóvenes y nunca pensamos que en el futuro las íbamos a pagar.
Pobre cuerpo, si hubiéramos pensado.
Pero bueno, esas argucias y quites que le hicimos al cuerpo cuando éramos jóvenes y éste nos hablaba, ahora, a los 60s y 70s, las estamos pagando.
Y lo malo de ello, es que ningún jefe y ninguna empresa, y mucho menos ningún trabajo, nos va a devolver a salud. Nos toca a nosotros pagar las consecuencias y afrontarlas.
Por eso, una cana a los 40 años, y un cansancio para no parrandear hasta tan tarde, son avisos que el cuerpo nos da para cuidar la salud en el futuro.
Una hospitalizada a los 39 años por cansancio, anemia, cefaleas fuertes y otras enfermedades no letales, son avisos pequeños que nos manda el cuerpo para que lo atendamos, paremos y lo arreglemos, para poder tener futuro
¿De que nos vale, salir jubilosos, si salimos a diario a citas medicas por los dolores de dedo? Sí, de dedo, porque donde lo pongamos nos duele. Las rodillas son las primeras en flaquear.
Desde los sesenta, nos avisan que dentro de unos años habrá que ponerse prótesis. La columna también es de las primeras en quejarse. ¡Tantas ganas de nietos de teníamos y para qué, si ya no podemos alzarlos porque la columna nos duele! y así por el estilo.
Llegar a la edad madura, no habiendo cuidado el cuerpo en los años en que debíamos, es llegar a la edad del mariachi: ayayai ayayai ayayai…, porque todo nos duele, el hombro, el túnel carpiano no nos deja mover bien las manos, las úlceras estomacales se alborotan, la diabetes aparece, los ojos se van mermando en visión y mas dolores que empañan la dicha de haber dejado de trabajar para disfrutar de nuestra libertad ya jubilosos.
Yo sé que hablarles a los jóvenes sobre este tema es tiempo perdido, a nosotros nos pasó, pero no hay que perder las esperanza, ni muchos menos dejar de hacer la tarea: hay que insistir y nunca desistir. No importa que nos digan cantaletosos. Hagámoslo con amor, indiquémosles lo bueno que es atender las llamada del cuerpo a tiempo, acompañémoslos en sus enfermedades y aprovechemos para darles cartilla sobre la importancia de la salud, del ejercicio, de comer bien, de planificar la vida y sus tareas, de manejar horarios, de no descuidar la familia, por atender otros temas extras, que luego nadie en el mundo nos lo va a devolver como es la salud.
Y para rematar, ¿para qué estar jubiloso, para qué tener buena pensión, si se va en medicamentos? Cuidemos los primeros dolores, para que con la edad no se conviertan en penas dolorosas
Totalmente cierto, por mucho que nos dijeran nadie experimenta por cabeza ajena. Excelente relato.
Maravilloso artículo,gracias!
Martia qué buenas reflexiones, hay que cuidar el cuerpo… Y el alma, gracias