Hoy amanecí más espiritual que nunca y me puse a pensar en esas señales que nos llegan y que no vemos y que terminan siendo decisivas en nuestra vida.

Contaba un sacerdote amigo que un día hubo una gran inundación en un pueblo y por más que le insistieron al cura párroco del pueblo, para que saliera, él se negaba porque estaba esperando a que Dios lo rescatara.

El agua seguía creciendo y fueron los bomberos por él y no quiso salir. A los días fue una barca por él y se negó nuevamente porque esperaba que Dios lo rescatara. Pasaron unos días y la inundación era tan alta que le tocó subirse al techo y fue un helicóptero por él y no quiso que lo rescataran, total, la inundación se lo llevó y murió.

No tomó ninguna de las opciones que la vida le ofrecía.

Cuando llegó al cielo, le dijo a Dios que por qué no le había ayudado y Él le contestó que le había mandado a los Bomberos, un bote y un helicóptero y no se quiso dejarse rescatar.

Eso nos pasa a nosotros con las señales que la vida, el universo, los ángeles o el Dios de cada uno nos mandan, no las vemos, pero intuimos que algo está pasando y solo lo entendemos cuando ya para qué.

Muchas veces nos dejamos llevar por las emociones y no vemos lo que realmente importa y no tomamos la decisión a tiempo o lo que hacemos, es tomarlas basadas en situaciones erradas, en las necesidades que tenemos al momento que no son las prioritarias, más no, en lo que tenemos que hacer.

Todo esto es un proceso de aceptación y de comprender que en este camino que estamos y con la edad que estamos, es mejor actuar. Mi invitación es a que hagamos un alto, revisemos que es lo que queremos y tratar de entender los mensajes que la vida nos da.

Dicen algunos maestros de la vida y cuentan las abuelas que, los mensajes, son como las oportunidades, nos llegan hasta tres veces y si no los escuchamos o las aprovechamos, las consecuencias si llegan. Un ejemplo de esto es cuando vamos a salir y se nos olvidan llaves y volvemos por ellas y cuando intentamos salir de nuevo se nos olvidó el celular y hay que regresar y en ese ir y venir perdimos cinco minutos, que luego, cuando vamos en camino, nos encontramos con un accidente inmenso, que por fortuna no nos tocó porque tuvimos esos olvidos y atendimos esas señales, esos, son avisos que sólo los entendemos cuando vemos la realidad.

Cuantas veces hemos querido hacer alguna actividad o un paseo o estamos buscando trabajo, pero siempre encontramos algo que se nos atraviesa y luego decimos: Gracias. Siquiera no salió.

Que bueno sería que, ahora que estamos mas descansados, con mas tiempo para nosotros, con más madurez y experiencia, atendiéramos esos llamados o mensajes que nos llegan sin razón aparente y los convirtiéramos en nuevas formas de enfrentar la vida, de aceptar nuestras debilidades, de encarar el futuro, de moldear el presente para tener mayor tranquilidad

Hagamos el intento y confiemos en que el corazón le permita a la razón, tomar las decisiones correctas