Que mas quisiera uno que, cuando se está esperando un hijo o un nieto, este fuera como los demás o mejor.

Uno siempre espera como mamá o abuela que lo que venga esté sano, completico, que llegue a traer felicidad, que llene el hogar y que pueda ser feliz. Ese es el pedido que todas las madres hacemos. No pedimos genios, ni que sean como barbies o Adonis o como Kent, para ser más modernos, no, solo pedimos que sean como los demás.

Pero la vida te da sorpresas, y cuando menos lo esperas y cuando menos preparado estás, te llega un bebé con alguna dificultad, que muchas veces no ves al nacer, sino después, o que si la ves de inmediato el mundo se cae encima.

Cuesta entender por qué a mí, por qué a nosotros, qué hicimos mal, por qué salió así. Es la primera reacción ante cualquier diferencia, mental o física que traiga el nuevo bebé.

La vida, sentimos, se nos cae a pedazos, todo se vuelve un caos, médicos van y vienen, análisis se hacen por doquier, se consultan especialistas y el resultado es el mismo: su hijo o su nieto tiene una condición, o, es un niño diferente porque … y la conclusión es igual, nos llegó alguien al que debemos ayudar.

Pero después de la aceptación viene la calma y todo empieza a fluir. La familia normalmente responde con tristeza, pero con conciencia de que al bebé hay que ayudarlo, hay que quererlo, hay que proporcionarle bienestar y hay que amarlo. Y las mamás somos las primeras en reaccionar el amor, tanto, que a veces se nos olvida que hay otros hijos, porque el que no es como los demás, merece toda nuestra atención.

Pero vienen los reclamos de los otros y empieza esa dura tarea de aleccionar a todo el mundo, de contestar y contar la misma historia a todo el que pregunte, porque nuestro único deseo es que nuestro bebé crezca bien, amado y dentro de las mejores condiciones para que pueda ser feliz y encontrar su lugar en el mundo y logre desempeñarse como los demás, o al menos, vivir con tranquilidad y rodeado de amor.

Pero el tiempo va pasando, los choques psicológicos, de familia, de amigos y de más se van superando, no sin sufrimientos e incomodidades, pero se van superando, vamos aprendiendo cada vez más sobre lo que le sucede a nuestro hijo y si logramos acertar en el tratamiento, en las terapias, en los medicamentos, en los adelantos de la ciencia etc., vamos a entender que al final, lo que nos llegó al hogar, fue la mejor bendición.

En familia aprendimos mucho mas de medicina y de enfermedades diferentes, aprendimos a entender la diferencia, a no juzgar, a no renegar, a tener paciencia y querernos más, todos unidos en torno a quien Dios, premió porque no es como los demás.

Y la vida sigue y cuando menos lo pensamos, llega la alegría, empiezan a verse los frutos de haber hecho todo bien, de haber puesto todo el amor de la familia en torno a esa personita que necesitaba mas ayuda que los demás.

Ahora sí entendemos que valió la pena, el llorar de desconsuelo, el no saber y tener que aprender a la fuerza, el tener que investigar, el haber conocido muchos médicos, el que la vida haya cambiado en la casa, en que los hermanos sean ahora los mejores, todos unidos y sin diferencias, el que la pareja haya superado problemas, y el que la familia y los amigos juntos, se hayan unido con nuestra causa y hayan entendido que en el mundo, no todos somos iguales, que hay algunos que no son como los demás.

Toda esta historia, es para contarles que nuestro Sebastián, el niño que nació con la condición de autismo, el niño hermoso que siempre sonreía y por eso el abuelo lo puso Sebas-risas, ese niño que nos hizo llorar cuando no entendíamos por qué lloraba, porque no nos miraba, porque desobedecía, porque le daban pataletas, porque parecía que no quería a nadie, ese niño, es ahora otro, dentro del mismo empaque.

Y aunque no siga siendo como los demás, a veces es mejor. Todo lo que sus padres hicieron, están haciendo y harán, valió la pena. No hay nada de que arrepentirse ni porque llorar, hoy hablamos de Sebastián y con Sebastián como si nada pasara.

Y el premio, para él, para su mamá, su papá, hermana y familia es que es un niño que se viene acomodándose en el mundo, tanto, que este mes, sacó el premio Honor Roll, como el mejor se su clase y si bien está en primero de primaria, es el mejor en matemáticas, en lectura, tiene un amplio vocabulario y se ganó también el premio al mejor compañero por su sociabilidad.

Ya ha superado muchas etapas difíciles, como la de no comer bien, la de no dejarse motilar, la de no compartir sus juegos y juguetes, de no quererse disfrazar.

Hoy con alegría comparto la felicidad de los avances de Sebas y como lo ven en las fotos, él sabe lo que tiene y de lo que es capaz. Bravo por él y su familia, la misma mía.

A VECES SE ES MEJOR EN OTRAS COSAS, QUE COMO LOS DEMÁS