Esa pregunta siempre nos la hacemos las mamás cuando estamos tratando de entender a nuestras hijas adolescentes.

Esa pregunta rondaba por nuestra cabeza cuando desde los 10 hasta los 14 o 15 años, nuestras hijas empiezan a no obedecer, a no hacer, a no recoger su ropa, a dejar todo tirado, a decir que no tienen nada que ponerse y el closet lleno de nada que ponerse, cuando lo mas importante son las amigas, cuando la comida empieza a no gustarle porque se engordan, cuando no quieren salir porque se sienten feas, cuando sus hermanos les estorban, cuando ya les empiezan a gustar los muchachos, cuando solo quieren salir con las amigas, cuando están pegadas todo el día del teléfono o el IPad y no ayudan a nada, cuando levantarlas en las mañanas para ir al colegio es toda una odisea, pues así sea con dos horas de anticipación y solo tengan que ponerse el uniforme, no salen del baño, se demoran y nos hacen llegar tarde y empieza uno el día gritando, ofuscada, acosando y terminamos sudando y enojadas porque tuvimos que amenazar, gritar y pelear pon esa adolescente.

No hay excepción, y después de vivir ese karma, nos preguntamos si así éramos nosotras, sí así hicimos enfadar, sufrir, enloquecer, o como se le quiera decir a nuestras madres, mientras crecíamos y superábamos esta etapa de la arborescencia y por eso las estamos pagando con nuestras hijas.

Pues déjenme decirles que sí y no las estamos pagando.

Y aunque efectivamente éramos así, tal cual las describí y no solo eso, éramos mal geniadas, contestonas, rezongonas, levanta hombros, nada nos importaba y nuestras pobres mamás nos salían a deber, pero la diferencia estaba en que entraba la correa, el arañetazo o el castigo inmediato cual psicóloga o peor aún, la amenaza de “voltearnos el mascadero para el otro lado”, si contestábamos feo y eso nos obligaba a movernos, a guardar, a correr y a obedecer.

Hoy, no hay eso.

Hoy está la crianza en positivo, te demandan si llegas a tocarlos o a castigarlos con correa, hoy, hay que sentarse a conversar hasta hacerles ver y entender la importancia de ayudar a la mamá y al papá y si entienden bien y si no, pues hay que recurrir a los castigos mas dolorosos: “no sales durante una semana hasta que…. Entrégame el IPad y estarás sin él por un mes, entrégame tu celular y estarás sin él, una semana o dos días, porque o si no, ¿cómo nos comunicamos con ellas para saber dónde están? Y así, mas castigos castigos tecnológicos que son dolorosos y que a la larga tampoco sirven.

Pintado este panorama, déjenme decirles queridas mamás, que no hay tal karma, que no están pagando lo que le hicieron a sus mamás, que no es castigo de Dios y se las está cobrando por lo que ustedes hicieron cuando eran adolescente, No, no las están pagando, así es la vida, así es el crecimiento, así es crecer, vivir, subsistir, o como quieran decirle, son ratos largos de tres o cuatro años, pero no pasa nada, aparte de volvernos repetitivas y de que nuestras hijas nos digan que nos odian, que somo cansonas, cantaletosas, anticuadas, que no las entendemos, que somos sufridas, pero eso pasa y a la vuelta de unos pocos años, son las mejores hijas, las mas comprensivas, ayudadoras y hasta amigas se vuelven de uno, porque sus necesidades son otros y sus intereses crecen parejo con ellas y la única forma de conseguir lo que quieren es haciendo lo correcto, siempre y cuando se lo hubiéramos enseñado.

Y como si fuera poco, cuando se casan o se van del hogar a estudiar o a vivir afuera y lejos, son las mas comunicativas, responsables, te agradecen la educación que les diste, quieren ser como tu y hasta te conviertes en su ejemplo a seguir.

Por eso, si están pasando por esas crisis de las adolescentes, vívanla, disfrútenla, enójense, griten, enloquézcanse, pero no dejen de decir, de hablar, de echar cantaleta, de enseñarles los valores, de modelarles con el ejemplo, se sacarles el mal genio, de castigar con lo que más les duela o de educarlas en positivo, lo que mejor les dé resultado, porque la final eso solo es una etapa.

Etapa difícil que hay que explicárselas, hay que recordárselas para que no se te salgan de las manos y ahí sí, empezaría el acabose.

Paciencia hay que tener, aunque sea tan escasa, dulzura, aunque nos provoque sacudirlas, comprensión, aunque no entendamos, respeto, aunque ellas a veces no lo den y pararse en a raya cuando toque para no lamentarlo después.

No será fácil, pero les prometo que pasada esa etapa todo será para mejor, aunque serán nuestras hijas para toda la vida y traerán siempre motivos para que estemos preocupadas, porque mamá es mamá

No hay deuda que pagar, estamos formando