Vaya expresión tan difícil de poner en contexto positivo.
De malas yo, que me metí a escribir esto, pensando que sería fácil hacerlo de manera propositiva, pero me encontré que dicha expresión, además de despectiva es humillante, es descolgadora, lleva intrínseca, cierta maldad y burla, le dice incapaz al sujeto al que se le aplica y lo más triste, desarma.
Pero quien dice de malas, se retrata a si mismo. Se dice orgulloso, se dice soberbio, se dice engreído, se dice prepotente, mentiroso, sucio, se insulta a sí mismo y a su familia, diciéndose que carece de valores como la compasión, la consideración, como la solidaridad y el respeto, entre otros.
Está diciendo que en su casa y en su familia les importa un bledo lo que sienten o les pasa a los demás y a él, porque no tiene capacidad para argumentar y mucho menos para pensar en los demás.
Esta expresión, tan de moda ahora, porque un candidato cuestionado por corrupción le respondió así, a otro candidato, cuando lo enfrentó por violar las normas de un foro serio, al cual había sido invitados ambos y también los otros 10 que aspiran a la alcaldía de Madelin, lo traigo ahora, porque no solo le dijo de malas, lo retó a hacer lo mismo que él y se burló porque no tenía, la irresponsabilidad de él, para hacer lo mismo y violentar las normas del foro.
Este episodio tan vergonzoso que le dio la vuelta al mundo en redes, me dio para reflexionar sobre la importancia de inculcar en familia los valores fundamentales que harán de nuestros hijos y nietos personas de bien y mejores seres humanos y que cuando nos digan de malas, nos resbale.
Las respuestas humillantes no deberían decírselas a nadie así las merezcan, todo lo contrario, es nuestro deber como adultos en la familia, corregir, enderezar, explicar y hacer entender a nuestros jóvenes que la prepotencia, no conduce si no a tomar decisiones equivocadas, que hay que escuchar antes hablar y lo mas importante, entender por qué se dicen.
Hay que enseñarles a ser solidarios con los que menos tienen y a tener sensibilidad frente a los males ajenos, a servir a los demás en el momento oportuno, a respetar a las personas sin importar de donde vienen o quienes son, el respeto deben ser el valor primordial para poder vivir con los demás y en comunidad.
Hay que pararlos en seco ante una respuesta ofensiva y enseñarles, no con gritos o regaños, sino desde el amor, la importancia de tratar bien a los demás, la necesidad de entender lo que está pasando, lo bueno que es escuchar antes de hablar y que quien grita es porque no tiene argumentos y no tiene forma de defender su impertinencia. Ese si es de malas, pero, aun así, no hay decirlo
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