El cero a la izquierda no vale.
El cero a la izquierda se ignora.
El cero a la izquierda quita valor.
El cero a la izquierda humilla hasta al número más grande.
Ustedes saben que tengo varios grupos de amigas, que reunirme con ellas semanalmente, no solo me da vida, sino los insumos para escribir, porque con ellas, por ser de la misma edad, por tener gustos parecidos, por vivir situaciones semejantes, somos capaces de desnudar el alma, de reírnos de nosotras mismas, de compararnos, ya no para competir, sino para mirar a cuál le pasan mas cosas raras o andan sufriendo o con problemas, o simplemente para disfrutar compartiendo y vaciar entre todas el alma de lo que nos pasa.
No hay semana en la cual haya una historia nueva para contar o simplemente para escuchar y entre todas solucionar y entre todo lo que hablamos, me llamó la atención cuando una de mis amigas nos preguntó que si alguna vez nos habíamos sentido un cero a la izquierda.
Obvio las risas, pero la cosa iba en serio. Sentirse un cero a la izquierda, es quizás reconocer que estamos mas grandes, viejas, dirían nuestros nietos. Es a la larga saber que los años no vienen solos y que la edad va cobrando los excesos de la juventud, pero a su vez, mermando capacidades que pensamos nunca perderíamos.
Esa pregunta me hizo recordar cuando mi madre, a la edad de 70 años, nos reunió a sus cinco hijas y nos dijo palabra más, palabra menos, “quiero decirles que yo, ya me voy sintiendo vieja. No me importa cumplir años, ni me asusta la edad, solo me da miedo que con el tiempo vaya perdiendo mis capacidades y no se capaz de valerme por mi misma. Siento que ya no soy ágil, que a veces me cuesta escuchar cuando me hablan, que no sigo creciendo al ritmo de ustedes y que ya mis fuerzas no son las mismas, me canso más, pero me siento bien en términos generales, lo único que les pido es que cuando ya no sea la misma de hoy, me tengan paciencia, me repitan cuantas veces sea necesario las mismas preguntas que les hagan y me ayuden a que siga siendo feliz”.
Sabia premonición, hoy tiene 93 años, su memoria cercana la perdió y hay que repetirle setenta veces siete, el mismo cuento. La promesa la hemos cumplido y aunque a veces la repetidera nos saque de quicio, nos la tragamos. Sigue siendo el centro de nuestra familia, la mimamos mas de la cuenta y jamás la hemos hecho sentir, un cero a la izquierda.
Volviendo al cuento de mi amiga, nos decía, que aunque ella a sus casi setenta se sentía bien, veía como sus hijos, no la veían de la misma forma y había situaciones que la hacían sentir un cero a la izquierda y no a la derecha como siempre lo había sido, porque a pesar de tener a sus hijos cerca, se sentía ignorada, solo la tenían en cuenta cuando necesitaban ayuda o requerían que les sirviera para hacerles algo, pero si ella pedía una explicación para manejar bien su teléfono inteligente, le decían que más tarde, si insistía, la miraban con ojos de ya voy, espera, si volvía a pedirles el favor más tarde, le decían cansona y terminaba obviamente, ignorada y buscando por fuera, la ayuda que no e dieron y eso la hacia sentir no solo vieja, sino estorbosa y humillada.
Nos contó que, cuando había reuniones familiares, si el teléfono les daba un respiro, entre ellos armaban sus conversaciones y si osaba preguntar de quien hablaban o qué era lo que decían, la respuesta era: » usted no los nos conoce o eso es una nueva tecnología». Eso la deprimía y ahí sí, era un cero a la izquierda.
Pero el tema no paró ahí, hasta de ojo encharcado nos dijo que, a veces le decían que estaba sorda, que se hiciera ver, todo porque preguntaba lo que entre dientes le dijeron, que lo que antes era admiración, hoy es retrogrado, que el orgullo que sentían por ella hoy es su culpa y que si le pedían cuidar a sus nietos, las instrucciones eran tantas, como si en su vida no hubiera criado a cinco hijos.
Insistía en su desmadre que, sus hijos eran maravillosos, pero que a veces el trato la desconcertaba y la hacían sentir un cero a la izquierda, en donde no sumaba, era ignorada y hasta la hacían sentir culpable, que había perdido su valor como madre y la admiración que le tenían.
Todas nos sacudimos ante estas revelaciones, porque a nosotros, según dijimos después, nos pasa lo mismo, no tan frecuentemente, pero si vamos notando que ya lo que nos hizo ser buenas madres, admiradas, tenacees, luchadoras, es otro cuento, o del pasado y lo que ven ahora, es a madres jubilosas y despreocupadas de tantas cargas, y en un futuro, un problema o una carga.
Cada una contó su cuento y al final decidimos que si bien teníamos que reconocer que estábamos sumando años y que ellos nos traían ciertos inconvenientes y se nos mermaban de una forma u otra nuestras capacidades juveniles, eso no nos debería agobiar, sino, aceptar que vamos creciendo, trabajar por la salud y las dolencias y sobre todo, no dejarnos sentir menospreciadas, porque no era real, era circunstancial.
El debate estuvo largo, pero hubo conclusiones que me llamaron la atención. El primero, es seguir siendo amigas y poder contarnos lo que nos pasa, porque la catarsis grupal entre risas y seriedad alivia. Lo segundo que, siendo ya madres adultas, profesionales, bien informadas y demás, tenemos la capacidad para entender que nuestros hijos, ahora criando, trabajando tan duro para poder tener y vivir en el futuro como lo hacemos nosotros, tienen una carga grande y lo mejor es no agobiarlos a ellos que ya tienen suficiente. Lo tercero y fue la mía, que para sentirnos estorbos, ni entrar en la edad de la rifa, esa en la que dicen: “a quien le toca mi mamá esta semana”, es mejor dejar todo claro decidir nosotras mismas lo que será nuestro futuro y lo que queremos para no sentirnos un cero a la izquierda, sino para continuar, hasta el final de nuestros días, con y con quien queremos, donde queremos y sin que ellos tengan que preocuparse por nosotros, sino en vivir sus vidas, hacer un escrito, testamento o lo que sea, en donde nuestra voluntad se cumpla y felices todos.
Pero lo más importante es entender, que lo que pasa hoy es circunstancial porque hay situaciones con los hijos, en las cuales es mejor no meternos, porque hasta que nos muramos y más, vamos a seguir siendo sus madres y abuelas, que hasta que no nos rindiéramos nos iban a necesitar y que en nosotras estaba, pasar por encima de este trato y convertirnos en ceros a la derecha, siempre sumando y multiplicando.
Asi es Vicky, nuestros hijos están en un momento de sus vidas donde deben consolidar sus propios futuros y estan trabajando muy duro para alcanzarlo. Por eso, nosotros tenemos que llenar nuestras vidas con amigas, con hobbies, con libros, con interés en el día a día y con agradecimiento profundo!!
Lo importante es estar siempre en paz consigo mismo. Tener la tranquilidad de haber cumplido el papel correspondiente en nuestras vidas.
Tener la suficiente entereza de no dejarse uno poner, ni mucho menos sentirse un CERO A LA IZQUIERDA. Hay que vivir a plenitud y más cuando entra uno en sus últimos 40 años (Jajajaja) que nada, ni nadie decida de lo que queremos SER, y de CÓMO QUEREMOS SENTIRNOS.
Saludos.
Que tristeza, debe ser una situación muy difícil, debemos cuudarnos de llega
allá, tratar de mantener siempre activas e ir soltandi xaegas y evitar ser otra
Como siempre felicitaciones
Querida María, me permito agregar que debemos ser claras y firmes, eso sí con mucho amor, en no permitir ser un cero a la izquierda