Hay momentos en la vida, en los que uno debe escribirle a alguien una carta, no un WhatsApp, ni un mensaje, sino una carta de esas de las de antes, de las le llegaban a uno inesperadamente y le movían el corazón a mil por hora, esperando a ver que decía. De esas quiero enviarle una carrasca, a Jorge Carrasquilla, que decidió morirse de infarto y no de risa como hubiera querido.

Se la debo, porque cuando yo decidí retirarme de la empresa donde trabajamos juntos muchos años, él me hizo una que  me llegó al alma, porque no la esperaba y porque jamás imaginé, con lo que me escribió, que yo era todo eso. Fue generoso para hablarme y por supuesto no le faltó ni la puya ni el humor. La puya por lo exigente y lo templada y el humor, porque compartimos tantos ratos y equivocaciones que no daba sino para reírse. Pero esta será una carta sin el encabezamiento de aquellos tiempos.

Carrasca, fue uno de los locutores que con el apoyo de la empresa donde trabajaba, pude llevar y aunque me daba sustico poner a presentar un noticiero serio a un humorista, nos arriesgamos en la apuesta y ganamos todos. Si bien había un libreto que tenía que seguir, eso de tenía, había que recordárselo cada tres minutos, porque se salía de él y gozaba con ello, pero, así y todo, ese fue el éxito, esa mezcla de información, humor, trovas, participación del oyente, del control y hasta de los invitados al programa, porque nadie salía ileso de sus chistes y buenas bromas.

Carraca como nadie, fue un ser respetuoso, gozón, si, pero respetuoso. Amaba a su familia como a la que más y a todo el mundo. Fue un gran ser humano, que entendía con facilidad las quejas y penas de los demás, los atendía con gracia, así no tuviera la solución. Jamás, ofendió a mujer alguna, siempre las admiraba y la trova era su saludo cuando le parecían bellas, sin sobrepasarse. Nunca nadie tendrá que sentir nada de Carrasca en ese sentido, porque fue un buen hombre, admirador de la belleza y siempre respetuoso. Sus trovas y poesías para ellas eran muy lindas y cuando se las admirábamos, el respondía que las mejores se las dedicaba a su esposa.

Carrasca paraba el tráfico, pero no exactamente por su belleza, aunque era un cabezón guapo, sino porque quien lo reconocía como locutor, presentador, rey de la trova o rey de reyes de la trova, querían saludarlo, darle la mano, dedicarle alguna frase de cariño, que recibía con humildad y que lo hacían sonrojar.

Con sus compañeros de trabajo fue inigualable y aunque manejaba su genio, jamás de iba enojado con nadie, sabía ofrecer disculpas y eso lo hacia aún mas grande. Dentro de ese buen sentido del humor, buscó en uno de ellos su «partner» para la trova, con la mala suerte de que nunca le aprendió, así le diera las respuestas a las trovas que iban a hacer y eso hacía mejor el programa, porque todos hacían fuerza por el compañero y cuando le salía, el goce se sentía en toda Antioquia.

Carrasca supo ser buen compañero y a todos los trató con cariño, fueran periodistas, técnicos, asistentes, vendedores o comerciales de esa gran Compañía que era Caracol Radio y a éstos últimos, siempre ayudó para que las ventas crecieran y con ellos el programa se mantuviera.

Esta semana, Q´hubo radio, y cómo amaneció Medellín, vieron el sol nuevamente, pero sin él, el programa siguió, pero sin él, nosotros estamos, pero sin él. Lo extrañamos mucho, pero también sabemos que desde arriba nos esta gozando “por todas las bobadas”, diría él, que le hemos dedicado.

Siempre le estaré agradecida porque su buen trabajo, nos hizo grandes a todos y porque yo como su directora, solo recibí cariño y buenas bromas de su parte, que hicieron mas alegre este duro trabajo del periodismo. Gracias Carrasca, seguirás siendo el Rey.