Literal. El postre siempre es más grande y engordador, en cambio el Cupcake, aunque también engorda es más liviano.

Eso me dijo mi peluquero, Johan, cuando le dije que quería un corte diferente, pues quería estar más liviana en mi vida y con menos peso en todo, y, sobre todo, sin tener que invertir tanto tiempo y dolor de brazo para peinarme.

Muy filosóficamente, mi peluquero Johan, me dijo: “eso he visto últimamente en mis clientas… se bajaron del tacón al tenis, de la cartera grande a la que pueden terciarse, y de la pinta que las mantenía como un postre a otro postre más pequeño estilo Cupcake, que las hace ver igualmente bellas, pero más deportivas y jóvenes a su edad”.

Y no se quedó ahí, estadísticamente también me dijo: “en los últimos días, diez de mis clientas se cortaron el pelo y se bajaron de sus tiesos peinados, y siete de ellas, decidieron dejarse sus cabellos del color natural, o sea con sus canas”.

Toda esta información me la dio, porque yo también entré a la barra del pelo corto, pero no fui lo suficientemente valiente para dejarme las canas, creo que mi vanidad boba, no me dejará lucirlas ni muerta, al menos por ahora.

Pero igual me quedé pensando después de conocer la historia completa de Johan, que mi decisión también va por el lado de alivianarme, de dejar de cargar pesos que no me ayudan con la salud, pues peinarme se me estaba convirtiendo en un tormento, porque al tener el cabello más largo, me implicaba más tiempo y más secador y más plancha y más pinzas y más brazo alzado que terminaba doliéndome. Eso, más un comentario que hizo mi esposo, al ver a una hermosa señora de pelo corto, me animaron a entrar en las estadísticas de mi peluquero.

Ya los tacones los había colgado y regalado, los bolsos grandes también, las pintas del FBI o de ejecutiva, también las había regalado todas y me había dedicado a las pintas más cómodas, pero igualmente elegantes. Eso sí, de sencillita pocón. Todo lo hice en su debido momento y luego de conocer lo maravilloso que es estar jubilosa y sin las responsabilidades propias de representar una empresa, una firma, un canal etc.

Aunque parezca un tema trivial y anodino, déjenme decirles que no lo es tanto, porque no nos digamos mentiras, cuando uno llega a cierta edad después de haber trabajado tanto, de haber puesto la cara por las empresas donde estuvimos, de haber hecho quedar bien a quienes representábamos, de estresarnos por la parte financiera, la administrativa, los trabajadores y demás, es justo ahora que estamos jubilosas, sentarnos a darnos el gusto de hacer solo lo que queremos, a nuestro modo, en nuestro tiempo, a nuestro ritmo, pero ya no con trajes incomodos, sin tacones altos y peinados de peluquería, sino elegantemente frescas, sencillamente bonitas, sin exageraciones en el maquillaje y vestidas de tal forma que nos sintamos cómodas y podamos respirar tranquilas.

Pero volviendo a los cambios, lo que quiero transmitirles es que, caminar liviano ahora, no es solo cortarse el cabello, es poder andar por la vida apreciando lo que tenemos, contemplando la naturaleza, sacando tiempo para nosotras y ellos también están invitados a disfrutar. Es volver a sentir el mundo sin afanes, entretenernos en hacer una receta, en leer un buen libro, sin los corre-corre propios de entonces, eso es vida.

Quiero invitarlos a quitarle miedo a los cambios, Imagínense renovados, imagínense hermosos, imagínense sin afán, imagínense cambiar esa foto de toda la vida por otra parecida, ya en la madurez, cuando florecimos y estamos en lo mejor, con experiencia, con tranquilidad, y solos o acompañados, eso cambiará el ritmo de nuestras vidas, a veces tan rutinario.

El cambio debe nacer de nosotros, porque queremos, porque nos gustaría, porque nos lo imaginamos y lo llevamos a cabo, pues ya sabemos que, a estas horas, no nos importan las criticas ni el qué dirán. Ahora nuestro mayor afán es darnos gusto, siempre y cuando no atente contra nada ni nadie. Ahora nos deben importar temas que ayuden a que el mundo cambie, a hacer el bien, a prestar servicios comunitarios que de verdad llenen nuestra vida, a mantener la familia unida, a hacer de este país uno mejor para vivir, a ser responsables con nuestra salud y a disfrutar de lo que sembramos.

Si bien el corte de cabello me sirvió para hacer este escrito, confieso que para nosotras las mujeres no es fácil hacer un cambio, como tampoco lo es cambiar rutinas, hacer cosas que jamás habíamos pensado, voltear los paradigmas y más, cuando uno está acostumbrado, pero es de atrevidos hacerlo y quienes se decidan lo adorarán. A mí, me gustó y eso es lo que me importa.

Atrévanse a cambiar paradigmas y costumbres, vale la pena, porque al final, es mejor ser Cupcake que postre