Diciembre, fue definitivamente el mes de la algarabía y ni que decir de los gritos cuando se hicieron los re encuentros, o de esos abrazos largos, apretados, sinceros, llenos de palabra bonitas al oído, aun con tapabocas, en donde nos confesamos la falta que nos hicimos, lo duro que nos dio este tiempo sin vernos y las lágrimas que a veces brotaron por la dicha de volvernos a ver sanos y salvos.

Así están las reuniones de familia y de amigos hoy en día, de grito herido, de desatrasarnos de lo que hicimos o no, de lo que aprendimos, de las tristezas que pasamos, de los seres queridos que se nos fueron y de todo lo que está ocurriendo en el país, en el mundo y en nuestra región, pues tiempo para leer, escuchar radio y ver televisión si tuvimos.

Y por este lado va mi cuento. Tema obligado después de esos largos saludos, brindis con choque de copas y abrazos, ha sido sin duda lo que pasa en nuestra región, en Antioquia y más exactamente en Medellín.

No hay encuentro en donde no se hable del tema y alguien en una de esas reuniones a la que asistí, preguntó con entonado acento: ¿No será que todo el mundo nos está odiando? Quintero nos odia, el secretario de tránsito nos odia, Petro nos detesta y los Gilinski vienen por todo porque nos odian.

La pregunta bailó en el aire unos segundos y muchos dijeron que era cierto ese odio porque los paisas somos muy regionalistas, muy seguros de lo que tenemos, vamos de primero en todos los avances técnicos y tecnológicos, aún más que la propia capital, disfrutamos y chicaneamos o presumimos de todo lo que tenemos en la región, somos atentos, nos encantan que vengan turistas, somos unos anfitriones del carajo, siempre nos vemos felices, a todo le sacamos pelos, nos burlamos de nosotros mismos y somos más familiares que la abuelita de “Encanto”.

Y siguieron hablando de por qué era que nos odiaban: tenemos el metro, no solo el primero, sino el mejor, tan cuidado que parece nuevo, nos levantamos como el ave fénix de la época terrible del narcotráfico y la violencia y ahora, es historia contada por los habitantes de la comuna trece, en donde los turistas ya no caben porque tenemos los grafitis más hermosos del mundo y llenos de mensajes. Y ni hablar de las empresas, tenemos las mejores, la que de verdad tienen autoridad moral para hablar, las que trabajan con ética y ayudaron a la reconstrucción de esta ciudad, las más comprometidas con la región, las que fabrican las telas y el denim de mejor calidad, somos una ciudad emprendedora, en donde los que deciden abrir nuevos caminos encuentran el apoyo que necesitan, los centros comerciales son los más grandes y hermosos, en donde la atención y la programación, solo busca recibir bien al cliente y así mil cosas , entre ellas la cultura y todos los buenos restaurante que tenemos.

Del resumen de lo bueno, todo se volcó hacia la toma hostil que el grupo Gilinski quiere hacer de nuestras empresas, las más queridas de Antioquia y las que nos han llenado de orgullo.

Hubo de todo. Los que dijeron que por confiados los habían cogido con los calzones abajo, los que manifestaron que por ser tan seguros de lo que tenían, no vislumbraron el lado flaco ni vieron venir la hecatombe y también los que aseguraron que, ésta era una revancha bien guardada de los Gilinski. En todo caso y al final de cuentas, todos estuvimos de acuerdo en que de aquí no salían y que ni de vainas el grupo GEA se iba a dejar quitar lo que tenían y habían construido con honradez, aunque con seguridad, se les iban a meter a las juntas directivas, en donde seguramente van a tener información privilegiada, NO VAN A CONSEGUIR EL AFECTO DE LOS PAISA, porque por más que tengan dinero y mucho, no tienen ni la ética ni la moral para apoderarse del cariño de los paisas.

Y qué decir del alcalde, segundo tema, pero no menos importante. No he encontrado en las reuniones en las que he estado, a alguien que lo defienda o siquiera diga algo a su favor. Todos concuerdan en decir que lo único que quiere es acabar con la ciudad y que lo está consiguiendo, que lo que quiere es ser recordado como el peor alcalde y lo está logrando, que no da pie con bola, es desatinado, incoherente, y sobre todo mentiroso y que, de ética y moral, no tiene nada. Que todo lo que hace es por odio a los paisas y de ahí su mala gestión, porque construir sobre el odio y la mentira solo desastres trae. Todos hablan de la revocatoria, dicen que votarán por ella porque no hay otra salida a la mala gestión.

También parece, en opinión de mis contertulios, que el secretario de tránsito de Medellín no odia o está fuera de lugar, porque no atina una, o es que hace lo que el alcalde le dice, y si es así, tiene la ciudad vuelta un caos y las ideas que lanza de pico y placa, no dan ni rabia.

Y Petro… ni siquiera dio pie para comentario. Su odio está lleno de contradicciones contra los paisas, porque a pesar de que nos necesita, si quiere llegar lejos, puso un alcalde tan malo que eso ya fue suficiente, para que no cuente con nosotros. Caso cerrado.

Cuando yo escucho todos estos comentarios siempre reflexiono después y en este caso, ¿Qué tanto es cierto que nos odian? No lo creo.

Estoy convencida de que no nos odian, estoy segura que diariamente cuando escuchan, ven, o leen noticias, siempre están atentos a nuestra región, nos tienen de primeros en sus mira política, quieren nuestros votos, nos ponen de ejemplo cuando dan discursos públicos en otras regiones, llegan hasta a alabar los trabajos realizados por nuestros gobernantes anteriores. Por eso no creo nos odien, yo creo más bien, que lo que nos tienen es ENVIDIA …Y DE LA MALA