Estar con amigos siempre es divertido y de los mejor, pero es mejor aún, cuando de la nada alguien pregunta: ¿ustedes son felices?

¡Plop!, todos nos miramos y el más lanzado emite su opinión y dice, relativamente sí, soy feliz, e hizo un recuento de lo que tiene para ser feliz y de lo que ha hecho, pero, ahí llegó el pero, todavía me faltan más cosas. Y así la mayoría dijo que sí, que eran relativamente felices, pero… no faltó ese pero en todos y eso me dejo pensando, en que teniendo todo, a la mayoría les falta más.

Y siguió el tema de qué faltaba para ser completamente felices. Alguno habló de metas de trabajo, otros de conseguir mejores negocios para sus empresas, otros de viajar más, y no faltó al que le gustaría tener una finca, cambiar de carro. Hacer otra maestría y así sucesivamente, pero en resumen todos felices con su pero.

Ya en mi casa, me quedé pensando en el temita de la felicidad y me di cuenta que yo era completamente feliz. ¿Raro no?, eso de completamente, suena pretencioso, y más cuando ustedes me conocen y saben que seguramente puedo tener carencias. Pues bien, le digo que no las tengo, puede que añore algo, pero ya en esta etapa de mi vida soy capaz de vivir como estoy, sin tanto afán económico, sin tanto estrés de trabajo, que es bueno, pero estoy mejor ahora y haciendo lo que hago cuando quiero y con quien quiero.

 

Pero también sé que la felicidad está en las cosas simples, no hay que pretender más, sino disfrutar lo que hay, y sobre todo, agradecer a Dios o a quienes ustedes consideren, lo que tienen, no lo que les falta.

Mi felicidad está en quedarme en casa haciendo lo que todas hacemos, desde limpiar, cocinar etc., hasta sentarme a leer un buen libro, con un café en la mano y una galleta, o un pedazo de torta, bien abrigada y saboreando cada palabra.

Mi felicidad está en saber que mi esposo está en el segundo piso escribiendo o haciendo informes para la revista en la que colabora, o arreglando algún daño en la bañera, o simplemente haciendo ejercicio en su bicicleta o leyendo como yo, aunque él lee más, sus libros sobre historia.

También me da felicidad y cosquillas en el estómago cuando me anuncian que mi hija viene con su esposo e hijos por ocho días. Eso ya no se parece a la felicidad, es la felicidad total.

Vivo los días anteriores en torno a esa llegada, preparo hasta el último detalle, merco lo que le gusta a cada uno, imagino los menús que les voy a dar, organizamos las salidas que vamos a hacer, las visitas que hay que recibir y en ese corre y corre, está mi felicidad, pero se completa cuando ellos llegan.

Recibir a mis nietos en el aeropuerto no tiene comparación. Escucharle decir a Sebastián en inglés: “Tita I´am in Colombia” y descubrir después que Colombia era nuestra casa, porque a él le dijeron sus papás que venían para Colombia y como llego a nuestra casa, para él ésta era Colombia. Verlo correr detrás de los perros a quienes les cambió los nombres porque no sabía decirlos en español, entonces a Simón le decía Mósimo, y a Lola, Lala, verlo llevar a quien llegaba para que mirara una cueva de oso debajo de un árbol y después verlo llorar porque no se quería ir para su casa… es felicidad. Como también lo fue, enseñarle a Mariadelmar a jugar Scrable en español, llevarla a la tienda del barrio a comprar paleta y chocolatina, eso es pura dicha y qué decir de Tomás, que pudo estar con sus primos ocho días y jugar con ellos en propiedad, pues el siente la casa de los abuelos como la suya y así es.

También es felicidad verlos regresar a sus países, alegres y sin llanto, después de haber compartido una semana intensa de besos, abrazos, salidas, acurrucadas en la cama, risas de todos con historias recreadas, arreglar el desorden que dejaron con sus juguetes y recordar lo bueno que pasamos, eso es felicidad, simple, pero felicidad.

Como ven, la felicidad está a la vuelta de la oreja de cada uno y por cualquier motivo sencillo, no hay que tener mucho dinero y aunque como decía Quino el creador de Mafalda: “El dinero no es la felicidad, pero si se le parece”, casos vemos de personas con mucho dinero, que no tienen sino eso: Plata, porque les falta su esencia, porque tienen todo y nada los satisface; por ello es mejor esta felicidad, aun con peros, que una felicidad con todo, pero sin nada que nos satisfaga.

La felicidad no se busca. Está ahí, está en cada uno de nosotros, es una decisión de vida. No hay que enloquecerse buscándola y dejando la vida en un trabajo, o en una empresa, u obsesionarse con tener dinero, porque no está ahí.

No busquemos como locos la felicidad, no la persigamos más porque jamás la vamos a encontrar para cogerla, porque la felicidad es un estado de vida que uno mismo se forja y está en cada uno de nosotros. Ahí sí la podemos buscar porque la traemos puesta.

Y concluyo con una reflexión que hizo mi esposo en un artículo publicado en la revista para la cual colabora: “Nuestra Asopaf” de la Asociación de Padres de Familia del Columbus School: “La felicidad es un manantial interior que brotará del ejercicio de nuestro equipamiento de vida, o sea, de todo aquello que logremos construir y apropiar en nuestro ser con la firme intención de avanzar hacia una mejor versión de nosotros mismos.”