Si señores. Ya arrancaron los meses terminados en BRE, septiembre, octubre …. Y desde ya huele a buñuelo, a natilla, a árbol de Navidad y a planes decembrinos.

¿Dios mío y tan temprano?, ¡pero si faltan 3 meses!, dicen algunos, otros dicen apenas es tiempo para planear, otros más pesimistas, juran que este diciembre será igual al anterior y nada de acercamientos y a los que nos gusta la Navidad, estamos felices.

Me encanta la Navidad y soy de las que arranco desde el primero de noviembre a decorar y desde septiembre, a planear qué vamos a hacer los días de diciembre clásicos.

Me gusta la navidad porque desde pequeña, y eso se lo agradeceré siempre a mi papá, porque nos impregnó de ese espíritu navideño.

Nos preparaba, no solo enseñándonos a hacer las casitas, la iglesia, los ríos y cascadas, para el pesebre, sino a forrar en algodón o papel de aluminio el árbol de navidad. Todo lo preparaba desde noviembre y el primero de diciembre empezábamos a arreglar la casa, a disponernos a esperar al Niño Jesús, que siempre fue generoso con nosotros y nos traía lo que le pedíamos y más.

Diciembre para mi papá, era de fiesta, no le faltaron los músicos, como buen músico que era, siempre hubo marrano para matar, pisco para comer. Ese mes, mi padre, que no permitía que mi mamá se metiera a la cocina, conseguía una trabajadora más, para que se encargara de hacer la natilla, los buñuelos, las hojuelas, los dulces de leche, de piña, de brevas, el chocolate con canela y especias, en bolitas, que guardaban “secretamente” en un tarro y que nosotros descubríamos desde el primer día el escondite y a mediados de mes tenían que volver a hacer, porque habían “desaparecido”, y no nos regañaban, era parte del plan de mis padres.

Pero todas esas viandas que se preparaban en mi casa, comenzaban el 16 de diciembre y no eran exactamente para nosotros, tenían las costumbre de enviar en platos o charoles especiales, una comida de navidad completa a cada uno de nuestros vecinos de cuadra y nosotros éramos, los domiciliarios, aunque en ese entonces nos decían los mandaderos. Era una dicha, repartir esos encargos a los vecinos, quienes nos recibían con alegría y nos pagaban con otro buñuelo y pedazo de natilla, o de torta, y porque más tarde, mi casa se llenaba de nuevos dulces, que los vecinos, que tenían también esa costumbre repartían entre sí.

Era una delicia esa fecha, era dulce, acaramelada, era maravilloso empacharnos y probar de todo lo hacían o llegaba. No perdonábamos nada, todo lo probábamos, todo nos gustaba y hasta le sacábamos nombres de donde venían los dulces. Ahora, escribiendo esto, aterrizo de dónde cultivé mi pre diabetes, con razón, y ese vicio no se me quita, cambio comida de sal por postre. En fin, literalmente para mí era una delicia diciembre y lo sigue siendo.

Mi papá siempre nos decía que ojalá no se fuera morir en diciembre para no dañarnos la Navidad, pero que, si pasaba, siguiéramos con las costumbres y que todos juntos pasáramos bueno, sin llantos ni tristezas y así fue. Se murió va a ser tres años un 4 de diciembre y para el siete de diciembre de ase año, mi madre nos obligó a todos, a estar el siete de diciembre juntos, a prender las velas, a cenar, a tomarnos las copas y a poner la música, eso sí, bajito. Y así lo hicimos.

Pero volviendo al tema de quienes adelantamos la Navidad desde ya, quiero decirles, que no es tan loco, no es tan salido de tono, no tiene que ser uno raro y les voy a decir por qué.

Para quienes no les gusta improvisar, sino planear, estos meses son los perfectos, porque tengo que decirles que, a mí, en lo personal no me gusta dejar nada al azar, porque el azar traiciona y te hace quedar mal.

Para quienes somos abuelos y tenemos hijos por fuera del país o en otras ciudades, la Navidad se nos vuelve ESPERANZA, todo es emoción, pensando que vendrán, que nos reuniremos todos, que los nietos al fin estarán juntos,  que hay que pensar qué les daremos a cada uno y que les guste, cómo los vamos a recibir, coordinar horarios para recibirlos en el aeropuerto o en la casa, organizar los cuartos para que todos estén cómodos, saber que les gusta comer y que extrañan para tenérselos preparados, organizar cómo será la reunión del 7, la del 24, la del 31 etc. No importa si viene uno solo de los hijos o todos, hay que estar preparados.

Para quienes somos abuelos y tenemos los hijos cerca, es igual, hay que preparar, ya no solos, sino en compañía, lo que vamos a hacer en esas fechas, los regalos vuelven a jugar, las comidas, igual, pero se le agregan los consuegros, los cuñados, la familia de las nueras o yernos, los novios o novias de los nietos y hay que tener todo preparado.

Pero a todo ello y a lo que me faltó, hay que sumarle el adornar la casa, por eso no se puede dejar para lo último. Pero no solo por eso, sino, porque todo se va encareciendo a medida que se van acercando las fechas.

Por ello mi recomendación es hacer la lista e ir “chuliando” y eso requiere tiempo, y septiembre y octubre son los meses precisos para planear y comprar más favorable, porque noviembre y diciembre es Navidad y todo se sube por las nubes, y lo que fue, fue, por eso hay que estar preparados.

Recuerden que ya somos solos el par de abuelos, o uno solo, y los preparativos no tienen la misma agilidad de otros años, además, porque eso nos llena de vida, porque eso nos produce alegría, porque eso nos revitaliza, porque soñar con tener navidad en familia nos prepara el alma para disfrutar, porque ver a los nietos nos recarga, porque conversar de cerca con los hijos nos da certidumbre y porque estar juntos es VIDA y es lo que necesitamos para seguir adelante.

Así pues, entendamos a quienes nos adelantamos desde ya a la Navidad con los preparativos. Los almacenes y centros comerciales, saben que esta época significa mucho para algunos, especialmente para quienes somos abuelos esperanzados en reunirlos a todos, por eso empiezan a mostrar desde ya sus productos de esa temporada.

So pena de que me digan que la pandemia me tocó, les sugiero, si está en sus manos y capacidad, hacer un curso corto de tres días máximo para aprender a hacer arreglos de navidad, para aprender a decorar, para conocer tendencias y para ser felices aprendiendo, renovando, aun con los mismos adornos que siempre hemos puesto, cambiándolos de lugar, dándoles otros aires, mirando otros espacios de nuestras casas o apartamentos, que jamás habíamos tenido en cuenta, utilizando la naturaleza como adorno, cuando jamás lo imaginamos y en fin disfrutando, esa es la idea.

Yo creo que este año, la pandemia nos dará un espacio para vernos, así sea con tapabocas navideños, con lavado de manos permanente, con cierta distancia entre personas, pero todos juntos mirándonos a los ojos, renovando nuestro afecto familiar, compartiendo con quienes amamos, y comiendo de lo bueno, de lo que nos gusta, de lo que hicimos, de lo que disfrutamos, de lo que nos une.