No crean que me amañé o me ensañé en el tema de lo que va llegando con la edad, lo que pasa es que ahora que estoy medio saliendo, viéndome con mis amigas, de a pocas y bien protegidas, salen a relucir los males que van llegando con la edad.

Valga la pena contarles, que la mayoría de mis amigas son de mi edad. Todas son profesionales jubilosas, que estamos disfrutando de esta vida que nos merecemos: bien amadas, con planes para vernos en diferentes actividades, aprendiendo a vivir con el tiempo libre, inventando cosas para hacer en compañía, leyendo como condenadas, recomendándonos películas para ver en las diferentes plataformas y con buena salud, pero ya van saliendo cositas que no te enferman, pero si te merman.

Vamos a hablar de los lentes: todas los tenemos a esta edad y vemos hasta el futuro con ellos, pero si nos los quitamos, creemos que todos se fueron porque no vemos a nadie. Pero he visto que no ha sido problema, para las fotos nos los quitamos, y para ver nos los ponemos. Yo por ejemplo los mantengo en la cabeza, porque los embolato cuando me los quito, los he metido hasta en la nevera y valga Dios para encontrarlos.

De los oídos ni hablar, algunas, por no decir que casi todas, vamos perdiendo la escucha. Nos morimos de risa porque con los esposos les pasa lo mismo, ellas no oyen bien por el oído derecho y ellos por el izquierdo, entre los dos hacen uno y se sientan en las reuniones juntos, de manera que cada quien pueda escuchar por el oído bueno y cuando no, se complementan el uno al otro.

Pero es cierto, el escuchar bien se va perdiendo y no necesariamente porque nos vamos a quedar sordos totales, sino porque por ejemplo en el caso de los periodistas, toda nuestra vida laboral utilizamos los audífonos casi permanentemente; los de radio, para poder hablar y tener retorno, los de prensa para transcribir las grabaciones de las entrevistas, los de televisión, porque también hay que ponérselos para recibir las órdenes de los camarógrafos y directores, pero los que no son periodistas, también van perdiendo la escucha por diferentes razones, o al menos se merma, no me digan que no.

De ahí que la repetición sea frecuente en nuestras conversaciones: ¿Qué dijiste?, ¿qué pasó?, y como todo sordo compone, vienen las risas, cuando se entiende otra cosa diferente a la que estábamos hablando, pero así es la vida y en el caso de mis amigas y yo, eso nos ha divertido, no nos angustia, siendo aún jóvenes, y perennials, aceptamos lo que va llegando, hasta con alegría, y compartimos las historias como si fueran chiste, las cuales celebramos y de las cuales hablamos también con seriedad, hagan el ensayo con sus amigas y verán que no son las únicas a las que les está pasando y la verdad, saber que todas vamos para lo mismo da un fresquito y aquí se aplica, “mal de muchos consuelo de tontos”. No importa, esa es la vida y si sabemos que eso va a pasar, lo ideal es ir consultando, previniendo y aceptando con dignidad y tranquilad, porque es inevitable.

El caminar: ya miramos por donde pisamos, escogemos el camino más plano, menos dañado, los corredores menos lisos y utilizamos los zapatos con suela antideslizante, porque una caída y quebrada de rodilla o cadera, nos vale para el resto de la vida.

¿Y qué decir del habla’: ¿qué tal cuando nos pegamos en una palabra?, le sabemos el significado y la tenemos en la punta de la lengua, pero no damos con ella. Puede que le cambiemos el nombre o encontremos un sinónimo, pero nos deja cavilando el resto del día hasta que al fin nos acordamos y la gritamos en voz alta así estemos solas, ¿no les ha pasado? Y esto mismo ocurre cuando tienes pareja y le pides que te ayude, él también se la sabe y al preguntarle, ¡pum!, se le olvida y cuando se acuerda, también va y la grita y dice: me acordé.

Y es que era tan bueno cuando hablábamos de corrido, ahora se nos escapan nombres de todo, hasta de los hijos, los nombramos a todos, cuando queremos llamar a uno solo y al final les decimos, “ve tú, mírame que es a ti a quien estoy llamando” y el pobre queda aterrado porque ni enterado estaba.

Yo, ahora, creo que hago sufrir mucho a mi esposo, porque cuando me pregunta: ¿dónde guardaste tal cosa? Yo le doy tantas pistas extrañas que por supuesto no la encuentra y tengo que ser yo quien vaya a buscarla, y fuera de eso lo regaño porque no la encontró si era tan fácil. Le digo: “está al lado izquierdo del cajoncinto ese que queda al lado de la cama, detrás de esa cajita que tiene unos ganchitos, mira bien que está al lado del cosiamfiro ese que sirve para apretar hojas”. ¿Qué tal? Hasta a él se le olvida lo que estaba buscando y sale regañado.

Y es aquí, donde a esta edad, para quienes todavía tenemos la dicha de tener pareja, donde se aplica aquello de que encontré mi media naranja, porque al final, nos entendemos con sordera, lentitud, búsqueda no encontrada de las cosas, dolores y demás. Eso es tener la pareja adecuada, la media mitad que buscábamos de jóvenes.

Pero para todo hay remedio, ni se los describo para no deprimirlos, pero hay bastones, caminadores, muletas, prótesis, audífonos, lentes, y está también la programación neurolingüística, que te ayuda a solucionar esos vacíos de memoria y que está de moda ahora.

Yo solo quiero ponerlos en contexto y no angustiarlos. Lo que quiero, es invitarlos a que atendamos a tiempo esos llamados que nos hace el cuerpo y prevengamos con la ciencia y los médicos, para que no crezcan más y que no podamos, al final, valernos por nosotros mismos.

Tenemos que entender desde hoy, que estamos bien de salud, que lo que nos viene pierna arriba, es inevitable, pero si llevable, pero por encima de todo, manejemos buena actitud, contémonos entre amigos lo que nos va pasando y verán que encontramos soluciones, porque siempre hay alguien que conoce a otro que nos puede ayudar, y si no, pues al menos a todos nos pasa y juntos nos ayudamos. No nos dejemos caer en la tentación de la depresión porque tenemos que ponerse un audífono o coger un bastón, veamos como innovación esos nuevos aretes y salgamos erguidos y elegantes con el bastón, la actitud es la que cuenta y el aceptarlo sin pena ni dolor es el éxito.

Recomendaciones: si quieren ver dos películas buenas, entretenidas, y que les dejan con un buen sabor en su mente y en su boca, les recomiendo ver por Netflix: “La receta perfecta” y “La firma” ( “The firm”, en inglés)