Por ahí dicen que una cosa piensa el burro y otra el que lo arrea, esto para significar que lo que uno planea no siempre sale como nos lo imaginamos. A veces sale mejor y, otras te sorprenden. Eso nos pasó a nosotros.

Así nos sucedió con las vacaciones que decidimos pasar con nuestros nietos que viven en Estados Unidos. Nosotros pensábamos que nuestra caminada diaria iba a ser mejor y más acompañados, que tener a los niños para nosotros solos, porque su mamá estaba recuperándose de una cirugía y su papá trabajando, sería la mejor oportunidad para visitar lugares en su ciudad y que ellos también disfrutaran de conocerlos de manera diferente, pero nada salió así. Salió diferente, buenísimo también, pero nos aterrizó en algo que no consideramos: que estaban más crecidos.

Mi nieta mayor Mariadelmar, sí que ha crecido y con ella sus gustos, sus decisiones, lo que le gusta, lo que no le llena plenamente y esa pereza que a los diez años va dando para decidirse qué haremos, qué comerá, que se va a poner- eso sí es drama- y si quiere o no salir, o a qué se dedicará.

Ya no es cuestión de decirle como antes, vamos para tal parte, vamos a comer afuera, vamos a nadar, etc.

Primero, la levantada a las diez de la mañana le mata la mitad del día, luego un desayuno extraño: uvas con un sánduche de queso; otro día, fresas con un croissant con mantequilla y agua, para pasar y eso es todo.

Por fortuna todavía juega con sus miles de muñecas Barbies, las viste, les cambia de ropa, de zapatos, y va cantando en su juego con una hermosa voz que se está educando porque bien vale la pena.

Y así se fue la mañana y todavía en piyama, sin ganas de salir ni de hacer planes, sino de hacer lo que va saliendo: ver televisión un rato, juego con muñecas, un baño obligado y ahora sí, a decidir qué ponerse.

No sé si a ustedes les pasa y es propio de nosotras las mujeres, pero nunca sabemos qué ponernos y lo peor: no tenemos nada que ponernos, así tengamos un clóset o un vestier lleno de ropa, en resumen, tenemos un clóset lleno de nada que ponernos.

Pues mi nieta ya empezó con ese tema de “nada que ponerme”, de “todo me queda feo”, “ya no quepo en la ropa”, “eso no sale, no combina, esa camiseta es de niñas, no me gusta el rosado, ya no quiero nada con unicornios” y así todo por el estilo.

Ya Mariadelmar está en esa edad en que ella misma no sabe definir si está bonita o fea. Si le decimos que es linda, ella dice que está fea, que está gorda y barrigona y si le digo que coma mejor, que no se sienta así, me dice que a ella no le gusta sino las harinas y ¿entonces?, está creciendo, está viendo cambios en su cuerpo, se mira al espejo y se encuentra defectos, pero también ve cosas lindas, pero como todas a esa edad, no se gustan ni ellas mismas.

Igual pasa con los planes, si es para ir a la playa con los abuelos, dice que es que los abuelos solo hablan de cosas adultas y ella no entiende, si es para ir a un centro comercial, dice que a ella no le gusta comprar y menos caminar tantos almacenes, si es a cine, contesta que en la casa tiene forma de ver esa película, mejor dicho, no hay cómo agarrarla.

Pero, así como un día dice no, al otro dice sí y descubre que salir con los abuelos es de lo mejor. Al fin y después de un mes, aceptó acompañarnos a comprar unos zapatos para el abuelo a un mall y lo disfrutó.

Descubrió que salir con los abuelos podría ser un paseo bueno, que ella, para nosotros, es el centro de atención y que sus antojos se los podíamos cumplir. Conoció que los abuelos también pueden ser gozones y burleteros y que ella podía opinar sobre si lo que comparábamos era bonito, feo, nos quedaba bien o mal y cuando le gustaba, brincaba de alegría porque lo habíamos encontrado.

Supo que podía comer sin restricciones de cuanta cosa quería, eso sí, cuidando de no quedar muy llena o de comer de más. Al final reconoció que comer helado, hamburguesa, churros y otras vainas, era mejor con los abuelos porque no tenía quien la controlara, sino que ella misma podía decidir hasta dónde comer. Le enseñamos que uno puede comer de todo, pero no todo para no enfermarse.

Pasó tan bueno con nosotros sus abuelos, que repitió la salida al día siguiente y aunque estaba ronca y con tos, disfrutó la salida, las compras que ella hizo y conoció otros sitios que para ella eran completamente nuevos.

No es fácil complacer a un pre-adolescente, o a los nietos que están en la edad de la “pre- aborrescencia”, No es fácil darle gusto. (aborrescencia. n. fem. Fase del adolescente en la que siente aborrecimiento o rechazo hacia todo).

Como abuelos descubrimos que había crecido, no solo físicamente, sino mentalmente. Que ya tiene claro qué quiere, que las decisiones sobre en qué emplear el tiempo libre eran de ella y que nos tocaba acomodarnos si queríamos disfrutarla y así fue.

Así abuelos: les prevengo para que sean creativos, para que, si quieren disfrutar de los nietos en vacaciones, deben preguntarles con anterioridad qué les gustaría hacer, porque solo así los podrán disfrutar y conseguir que ir a la casa de los abuelos o que ellos vayan a las suyas en vacaciones, es buenísimo.

Si son niños o bebés todavía son manejables, si están creciendo, es más complicado porque ya deciden y si son jóvenes, pues ahí sí toca rendirse y esperar que nos saluden. Pero eso no importa, siempre he escuchado a mis amigos que haber tenido abuelos o tenerlos es una delicia porque son alcahuetes, porque comprenden, porque aconsejan bien y porque son sabios.

Pero para quienes apenas nos estrenamos en esto del abuelazgo, también da gusto verlos crecer y saber que son inteligentes, que sus papás están haciendo bien la tarea y que van por el camino que es, el que les gusta y sobre el cual toman decisiones.