Definitivamente no hay nada que una buena compañía y dos margaritas bien preparadas no hagan.

Y es que definitivamente esta fue una Navidad diferente, pero maravillosa.

Solo tres personas presentes celebramos y de verdad que fue toda una experiencia, llena de risas, cuentos, recuerdos y agradecimientos.

Con mi esposo y mi hija supimos darle a esta Navidad 2020, el sabor de la mejor de muchas. Nada de tristezas, pero sí con el sabor nostálgico de los hijos ausentes.

Sin embargo, eso no hizo que perdiéramos el espíritu de la Navidad, por el contrario, nos dieron el aliento para estar con ellos vía internet y vivir lo que más adelante les voy a relatar.

Mientras llegamos allí, les cuento que en la mañana del 24 visitamos a nuestra madre con cita previa y todos los cuidados del caso. Fue una visita cortica pero deliciosa.

Luego regresamos a la casa para continuar con la celebración. Cenamos rico, no con las viandas de antes, pero sí deliciosas. Rezamos la novena al Niño, en donde le encomendamos a nuestros enfermitos y luego sí, a conversar, escuchar música y narrar cuentos y anécdotas.

Por iniciativa de mi esposo decidimos hacer un cuento de navidad, inventado, con tres condiciones: Que tuviera el espíritu, fe y la magia o milagro de Navidad y arrancamos. Comencé yo, luego mi hija Lupita y por último Orlando, mi esposo.

Ojo pues al cuento.

“Siglo XXI, año 2020. Una rara enfermedad invadió al mundo y en él, a las personas sin distinción de raza, clase social o credo. Muchos murieron, la mayoría se infectaron y algunos la evadieron… era un caos total. Las redes sociales de ese entonces invadían al mundo con malas noticias. Los gobiernos trataban de hacer lo mejor que podían tomando medidas que buscaban encerrar a la población, pero el virus seguía expandiéndose cada día más y más. 

Pasaron 9 meses y llegó la Navidad con el mundo totalmente enloquecido. Solo un pueblo llamado Belvedere, en un lejano país, se encerró completamente pues no creía en la navidad.

Ante esa situación, Santa eligió a uno de sus elfos más especiales llamado Sky Tiny (“pedacito de cielo”, digamos que en español), para tratar de regresarle espíritu de la Navidad a esta antigua comarca.

El pobre Elfo hizo de todo, pero no logró convencer a nadie. Ya se iba triste, cuando escuchó que había una familia cuyo niño seguía pidiéndole a Santa un regalo. Aprovechó el momento y visitó a sus padres, quienes no sabían qué hacer. Sky Tiny argumentó de todo, pero ellos seguían reacios, así que decidió marcharse muy triste por haberle fallado a Santa (era la primera vez que lo hacía).

Pasaron unos minutos de su partida y a la familia se le ocurrió un plan. Inmediatamente corrieron tras el elfo, lo alcanzaron y se lo contaron. Querían devolverle al pueblo de Belvedere su Espíritu de Navidad. Esto le encantó a Sky Tiny, quien empleó su magia para ayudar en el montaje de una gran fiesta en el parque del pueblo con música, comida, juegos y un espectacular arreglo navideño. A pesar de todos sus esfuerzos, la comarca no salía.

Hacia las once, cuando ya todos estaban por rendirse, aparecieron cuatro niños gritando y saltando de la felicidad. Detrás salían sus padres asombrados, quienes comenzaron a bailar y a cantar en el parque central

Los niños salieron corriendo a buscar más amiguitos, dándoles dulces y todo lo que pudieran coger de la fiesta para que salieran. Así, poco a poco todos los adultos fueron saliendo detrás de sus hijos…

Pero justo ese mismo día un fenómeno natural estelar estaba por ocurrir. Era la conjunción de Saturno y Júpiter, algo que no se veía desde la Edad Media y que se trataba de ver “La Estrella de Belén”.

De repente, muy cerca de la media noche el cielo comenzó a abrirse, y todos pudieron ver atónitos esa conjunción. Cuando observaron el lucero que llamaban la Estrella de Belén, se sintieron invadidos de los pies a la cabeza por una extraña sensación de fe, alegría y esperanza, que los hizo disfrutar aún más de la fiesta y compartir unidos esa nochebuena.

Todos disfrutaban, menos uno. Todos estaban invadidos por el espíritu de la Navidad, menos un hombre… Sí, era el ciego del pueblo.

Cuando la familia anfitriona y Sky Tiny se dieron cuenta, corrieron a su encuentro y entre todos comenzaron a narrarle lo visto, pero él, no sentía absolutamente nada. A manera de murmullo y medio moviendo sus labios les dijo:

-Llévenme a casa ya. Mi esposa está a punto de morir por culpa del virus y no tengo nada que celebrar, ni nada en qué creer-. Y es que la mujer era la única de la comarca poseedora del odiado virus.

Tanto le insistieron al hombre ciego que les dijo: -Bueno, si al llegar a mi casa mi esposa me abre la puerta, les juro que volveré a creer en la Navidad-. Justo antes de llegar, Sky Tiny se detuvo y lo dejó solo para que pudiera presenciar algo inolvidable, algo que cambiaría sus vidas… y así fue.

Su esposa estaba justo en la entrada de la casa esperándolo con un caluroso abrazo y con la gran noticia de que Santa los había visitado para dejarles dos regalos. El primero, LA SALUD para ella (el virus había desaparecido). ¿El segundo regalo, cuál creen que sería?,

Así es, LA VISTA para su esposo. Y fue en ese momento que pudo “ver por primera vez con sus ojos”, la belleza de su esposa (porque antes la había sentido con sus manos).

En medio de la celebración por esos dos granes regalos, el señor se quedó pensando y de repente dijo: -Nos falta algo. Definitivamente hay que trabajar por conseguir la cura para esta enfermedad que tiene asolado al mundo-.

Y es que resulta que él y su esposa eran dos médicos científicos, que adelantaban una investigación importante y cuando probaban un medicamento algo pasó y los químicos explotaron dejando ciego al Médico y contagiada a su esposa.

Sin embargo, lo ocurrido no les impidió continuar con su trabajo y a los pocos días regresaron a terminar lo que habían comenzado, esta vez mucho más estrictos con todas las medidas de bioseguridad. Y luego de diez meses, ¡EUREKA! ¡Su antídoto funcionó! y todos los gobiernos comenzaron su aplicación de manera gratuita. Todo esto gracias a la especial pareja, quienes al comenzar los estudios habían puesto dicha condición.

Puede que sea un cuento algo obvio y parecido a lo que vivimos hoy en día, pero la verdad, nosotros tres con ese espíritu que tenemos de la Navidad, lo inventamos y nos ocupó un buen tiempo de la celebración.

Nos regresábamos una y otra vez para hacerlo más creíble y nos reíamos cada vez más… En fin, logramos terminarlo como termina todo en Navidad: ¡MUY BIEN!

Y es que fue una noche con tres presentes y otros lejos entre hijos y nietos, pero todos siempre conectados, gracias al internet. A ratos escuchamos la música que le gustaba a mi padre y hasta hicimos concursos:

  • La mejor navidad para cada uno.
  • El recuerdo de navidad que más habíamos disfrutado.
  • El regalo que más nos había gustado…

…Y así nos llegaron las doce. La hora en que nuestra hija, llegada de España, “nos permitió acostarnos” (porque tenía su horario cambiado). Nos fuimos a dormir felices, llenos de agradecimiento y con el Espíritu de la Navidad intacto.

Me encantaría conocer algunas de sus celebraciones, ¿Cómo la pasaron?, ¿Qué hicieron?…

Bueno, ahora viene el 31 de diciembre y espero que también sea diferente y esperanzador para todos.

¡Nos leemos pronto!!!